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Velando el fuego

La liturgia del cine

Las tres décadas de actividad de "Sala Oscura", la tertulia cinematográfica de Sama

Bajo el titular "Treinta años iluminando sobre cine", LA NUEVA ESPAÑA daba cuenta de las múltiples actividades de la tertulia cinematográfica de Sama "Sala Oscura", que durante tres décadas de actividad ha proyectado más de 1200 películas y editado una treintena de publicaciones. Una labor que nunca ha sido suficientemente reconocida y que, por lo mismo, hay que alegrarse de que de cuando en cuando adquiera una cierta repercusión pública, dado que se trata de un patrimonio cultural del que todos los langreanos tendríamos que sentirnos orgullosos.

Leyendo la noticia, uno se encuentra con las palabras dichas por un integrante del colectivo, que vuelven a poner de relieve esa pugna que desde hace ya varios años interpela a quienes son defensores -como es mi caso- de sumergirnos en la magia de una sala oscura (excelente el nombre de la tertulia langreana), acompañados por un silencio casi sagrado y con la seguridad de que al acabarse la cinta vamos a tener la ocasión de compartirla con otros espectadores con los que podremos estar más o menos de acuerdo en el análisis de los personajes o en la estructura del relato pero a los que, en todo caso, nos sentimos unidos por esa especial emoción que muchas veces tarda tiempo en abandonarnos. Otras veces sucede, doy fe, que esa especial comunión entra a formar parte de nuestro hábitat particular y se queda allí para siempre. Precisamente uno de mis poemas, que no por casualidad lleva el título de "Cinema Paradiso", está encabezado con una cita de Jean Cocteau: "El cine es el único arma de precisión que permite matar a la muerte", a la vez que por sus páginas se pasean referencias a películas inolvidable, cuando nosotros éramos más jóvenes y preguntábamos a la noche por su secreto.

Cierto es que la pugna entre ver el cine en sala o en plataformas digitales no es tan sencilla, y que, como en casi todos los asuntos controvertidos, no es conveniente atrincherarse en una sola dirección. Parece indudable que el cine vive una auténtica revolución en la exhibición y producción, algo que se da también en otros territorios, como el de la lectura, pongo por caso, lo que significa que la inevitable mudanza de los tiempos nos ha traído nuevas formas de distracción y de consumo, en muchos casos guiadas por intereses económicos, y a las que tendremos que prestar mucha atención.

Si estiramos convenientemente las arrugas de la nostalgia, nos daremos cuenta de que no todo es tan simple, ya que las salas de cine de ahora guardan escasa relación con las de nuestra época, pues no es infrecuente encontrar pantallas pequeñas, móviles que no cesan de sonar, personas que hablan y hacen ruido cuando mastican palomitas o rasgan algún envoltorio de plástico.

Cuando no sucede así, y en cambio podemos disfrutar de espacios bien insonorizados, con espectadores que saben distinguir entre una plaza de mercado y una sala de cine, cuando los móviles duermen un sueño profundo, es entonces cuando estamos en condiciones de asegurar que asistimos a una experiencia única, difícil de superar, y que, por tanto, no hay ninguna duda de que resulta preferible a la visión en una sala de estar de nuestra casa.

En todo caso, hago mía una frase de Borja Cobeaga, cineasta, y que leí recientemente: "Si me dan a elegir siempre preferiré ver una película en el cine pero nunca aceptaré esa máxima de que ver cine en tu casa no es ver realmente una película".

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