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La libertad de Vox

El "pin parental" del partido de ultraderecha

Vox ya empieza a buscar notoriedad social y lo hace como solo sabe hacerlo un partido de su corte ideológico: a través de un veto. Claro, ellos lo llaman "pin parental" porque hasta sus asesores de imagen les han advertido que la palabra "veto" suena mal. Tal planteamiento lo hacen bajo el disfraz de la libertad de los padres para vetar el contenido educativo de sus hijos menores.

Es curioso el manejo que del principio de libertad hace la ultraderecha. De hecho, ya es curioso que la ultraderecha maneje un principio en el que jamás ha creído. La izquierda, en cambio, siempre lo ha entendido de forma tan extensiva que hasta quienes la desprecian tienen cabida en ella. No es el caso de esta renacida antigualla ideológica cuyo concepto de libertad es siempre excluyente y con el único propósito de someter a sus dictados a quienes no compartimos sus valores morales, de ahí que cada vez que la invocan siempre tenga un sentido negacionista o prohibicionista para quienes no pensamos como ellos; o dicho de otra forma, invocan su libertad para recortar la nuestra. Y la invocan tan torpemente que, en el caso que nos ocupa, no pueden disimular que bajo esa falsa libertad parental para decidir la educación de los hijos, subyace un concepto de propiedad.

Claro que los padres podemos y debemos decidir sobre la educación de nuestros menores, o determinar si ven o no la tele o si juegan a la play o si se quedan sin salir o si deben tener un móvil y demás cosas domésticas. Pero si en el ejercicio de esa facultad no tengo el don de la prudencia sobre mis hijos, entra de lleno el Estado para protegerlos. Porque los menores son un bien de protección tan valioso que el Estado tiene la obligación de tutelarlo. Y si mis castigos, correcciones y orientaciones son tan anormales, interviene para preservar sus derechos. Por eso la escolarización, la salud o el desarrollo de los hijos no es un problema parental sino estatal. Y si soy tan imbécil como para creer que mi hijo no debe ir a la escuela porque leyéndole el libro gordo de Petete en el salón de casa estoy dándole la educación integral que necesita, el Estado me dice que tengo la obligación de escolarizarlo y que mis métodos educativos no son los adecuados para alcanzar su formación como persona. Y si estoy tan loco como para negarme a que le hagan una transfusión sanguínea por motivos religiosos, el Estado moverá todos los resortes para que la salud de mi hijo esté por encima de mis creencias. Y si soy un vegano extremista y le niego una alimentación equilibrada, el pediatra que lo atiende pondrá los hechos en conocimiento del organismo público que corresponda. Y si mis métodos correctivos son excesivos, la Justicia tomará cartas en el asunto. Tal es así que en los divorcios donde existan menores, el fiscal es parte obligada del proceso para defender sus intereses evitando con ello las irresponsabilidades de los progenitores. Por tanto, el Estado hace muy bien en vigilar y limitar la potestad de los padres, tutelando así el interés del menor.

Por tanto, el "pin parental" que Vox lleva en la solapa, no está hecho con el material de la libertad sino de la propiedad. Y esta provocación es la antesala de lo que harían si tuvieran el poder para llevar a cabo su reforma educativa; claro que, de lograrla, estoy seguro que prohibirían cualquier "pin parental" planteado por quienes no estamos de acuerdo con su forma de educar. Pero ellos son así. Su concepto de la sociedad es unívoco y en él solo caben aquellos que encajan en sus principios y valores. Esa es su idea de la libertad.

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