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Francisco Palacios

Líneas críticas

Francisco Palacios

Paraísos industriales

El balneario de Lada y la necesidad de proyectos sólidos

Bajo el lema "Un concejo para vivir, un destino para disfrutar", Langreo promocionaba su patrimonio industrial y la belleza de su protegido paisaje natural en la Feria Internacional de Turismo (Fitur) celebrada días pasados en Madrid. Una suerte de simbiosis entre naturaleza y cultura. Y en ese escaparate mundial competía con otros municipios asturianos de más tradición turística. Pues bien, ese evento me recordó una experiencia decimonónica de significativa importancia para la historia turística del municipio.

A mediados del siglo XIX se decía en la prensa regional que, a excepción de los puertos de mar, no había en Asturias sitio de más recreo que Lada, cuyas aguas salutíferas competían "con las más afamadas de España".

En este aspecto, tras ser nombrado alcalde de Langreo en 1890, Antonio María Dorado no regateó medios económicos y publicitarios para impulsar turísticamente aquel lugar, convertido en balneario poco tiempo después. El Ayuntamiento invirtió medio millón de pesetas (una suma enorme entonces) en las obras de la fuente "con el objeto de ofrecer un buen atractivo a los numerosos agüistas que nos honran con su visita". El propio Dorado ideó también la construcción de un tranvía para unir directamente los pueblos de Sama y Lada desde las estaciones de la Renfe y Feve. Se anunció incluso una emisión pública de acciones para llevar a cabo la obra. Pero el proyecto no se puso en marcha porque las fuerzas vivas de La Felguera se opusieron aduciendo que reforzaba la capitalidad de Sama.

Asimismo, al no existir entonces muchos alicientes veraniegos, el balneario se convirtió en el lugar de reunión de "distinguidas familias" y personalidades del mundo de las finanzas, la industria, el arte, la judicatura, la religión: Adaro, Herrero, Conde Sizzo, Arias, Faes, Monasterio, Piñole, Palacio Valdés o el mismo Canónigo de la Catedral de Oviedo. Llegaban también gentes Madrid, León y de las regiones castellanas. Eran tiempos favorables para los negocios.

Dorado, excelente maestro de ceremonias, aprovechaba la ocasión para agasajar a los ilustres huéspedes con espléndidos banquetes, fiestas, conciertos musicales y "didácticas excursiones turísticas" por Sama, La Felguera y Ciaño "para contemplar un paisaje verdaderamente maravilloso y admirar, entre otros alicientes fabriles, la gran fábrica de los señores Duro".

Con la muerte de Dorado en mayo de 1910, aquellas reuniones estivales fueron perdiendo su lustre inicial. La insurrección de octubre del 34 y la guerra civil supusieron un golpe casi definitivo para el balneario de Lada. De todas formas, en los años de la II República se pueden leer en la prensa anuncios como éste: "¡Turistas! Visitando la Cuenca carbonífera de Langreo conoceréis el valle más importante de la región en lo concierne a la hulla".

En su etimología griega, Langreo significa lugar ameno, apacible, hermoso. Una belleza que se extiende ahora al paisaje protegido de las Cuencas Mineras. Y Asturias se ofrece como una paraíso natural; es decir, como un paraíso plenamente turístico.

Pues bien, metafórica y económicamente hablando, nuestro verdadero paraíso fue minero-industrial. (Otra cosa es que los vientos de la historia soplen ahora en otra dirección). En tal sentido, un lema acuñado por la patronal asturiana proclama que "sin empresas no hay paraíso". Un lema utilizado también para la promoción del comercio local.

Precisamente por su riqueza material se incorporó Langreo, y los valles mineros, a la civilización universal de los pueblos industrializados. Un ejemplo actual: la multinacional alemana Bayer fabrica en Lada el principio activo de las aspirinas que se venden en todo el mundo.

Por otra parte, desde hace medio siglo se viene sometiendo a las Cuencas a un perverso juego de tiempos, planes, reconversiones, promesas, quimeras, corrupciones, transacciones y transiciones varias. Romper ese nefasto círculo vicioso con proyectos sólidos sería la primera condición para que en estas desmanteladas comarcas se empezara a vislumbrar un futuro más promisorio. Ortega y Gasset escribió al respecto que un pueblo sin porvenir acaba siempre degradándose.

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