La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los recuerdos de mi lápiz

De la bici al balón de reglamento

El ciclismo en Langreo y la carrera de Tinín en La Felguera

Mis ojos alegres, pero a veces con lágrimas, no olvidan tiempos pasados en que éramos niños, los juegos de calles, las ilusiones perdidas y los amigos del alma que nunca se olvidan.

Tenía cinco años Tinín, el del Puente, hijo de Amparo, aguadora de la fábrica, y de Kiko "El Churra", que le compró una bicicleta (el sueño dorado de todos los niños de entonces). Una pequeña bicicleta de hierro, piñón fijo y ruedas de goma maciza. Tinín con ella corría como el viento y en las carreras de su edad nadie le ganaba.

En aquella época, en La Felguera y en todo Langreo, había una gran afición al ciclismo y los grandes corredores como Federico Martín Bahamontes, Miguel Poblet, Pérez Francés, etcétera..., eran los ídolos de los aficionados que soñaban con llegar a ser ciclistas profesionales.

En todo el concejo, se organizaban muchas carreras siendo la más famosa La Subida a La Nava, en ella participó Pérez Francés recién venido del Tour de Francia. En La Felguera, El Circuito de La Salle atraía una multitud de gente que abarrotaba todo su recorrido, desarrollándose éste por el centro de la ciudad y estando la meta cerca del portón del colegio, donde se instalaba una preciosa tribuna que ocupaban los Hermanos de La Salle o los "hermanos del baberu" como los llamábamos los guajes. Eran muy conocidos los ciclistas locales Espina, Díaz, José Sánchez y sobretodo el "Rata", verdadero ídolo de la afición porque siempre ganaba; aunque yo recuerdo mucho a Honorino el de La Pomar, hijo de Manolo el barbero. Todos los guajes de La Pomar, cuando Honorino tenía carrera, veíamos en el patio de la barbería su preciosa bicicleta de corredor y como él, vestido con su jersey amarillo, los calzones negros ajustados y la rueda tubular cruzada a la espalda se aplicaba el linimento que desprendía un profundo e intenso olor.

Pero no quiero olvidarme de la historia de mi amigo Tinín, que corría en las carreras de niños de cinco años, que se celebraban en las fiestas.

En la fiesta de San Pedro, el premio era un balón de reglamento y era el sueño de Tinín. Empieza la carrera y Tinín se destaca rápidamente entrando en la meta con gran ventaja, recibiendo aquel precioso trofeo, el balón de reglamento soñado.

Tanto le gustó el balón que olvidó para siempre su preciosa bicicleta. Yo creo que entonces perdió la magia que un niño vive en una bicicleta. La de recorrer rutas de ensueño y fantasía, poder viajar a Tombuctú y Samarcanda, visitar el País de las Maravillas, descubrir el faro de Alejandría, viajar en el tiempo, para ir, volver y regresar en sueños de eternidad. Aunque con aquel balón llegó a ser una promesa del fútbol y jugó en aquel fantástico equipo de La Cruz Blanca, la Selección Asturiana y El Vetusta, hasta que una grave lesión de rodilla le apartó de su juego favorito.

El tiempo es como un espejo de cristales rotos que nosotros los unimos y endulzamos con bellos recuerdos.

Compartir el artículo

stats