La disyuntiva de salud o economía es tan diabólica como falsa. Trump, en EE UU, y Johnson, en Gran Bretaña, se tomaron con cierta gracia el virus al considerar que lo importante era mantener el sistema económico, hasta que la inminencia de muertos en cantidades ingentes se hizo políticamente incómoda. China, tan enigmática para la realidad (¿cuál será la verdad del origen del virus y del número de sus fallecidos?), marcó como pionera el camino: primero cerrar, superar el contagio lo más rápido posible y después recuperar la economía. Cerrar un país tiene un gran coste económico, pero será más caro prolongar la pandemia en el tiempo. Ya se pedirán responsabilidades. La verdad inmutable es que la muerte no tiene remedio, y una economía, como demuestra la historia, se puede recuperar.
