Que la sirena de una ambulancia te sorprenda en la soledad de una redacción demuestra que la llamada "nueva normalidad" tiene mucho de la vieja. No será igual, dicen, pero se le parecerá. Si la vida social y económica ha cambiado en dos meses, qué no ocurrirá en veinte años, aunque el tango insista en que no son nada. Pasa una ambulancia con su sirena de alarma y el estado de alarma parece diluirse un poco. Una caña en una terraza, echar la primitiva, la apertura de tiendas, bares y restaurantes, el anuncio de rebajas, poder moverse por la región, quedar con amigos, todo cumpliendo las normas (para no dar indeseados pasos atrás) y después del cerrojazo del coronavirus, nos devuelve el aroma del pasado, nos atisba el futuro. Queda la incertidumbre, pero hasta el buen tiempo anima. Damos pasos, que no es poco. Dejémoslo por ahora así...
