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Tribuna

Manuel Nevado Madrid, 30 años en la memoria

El aniversario del fallecimiento del destacado sindicalista minero, miembro de Comisiones Obreras

En cierta ocasión le preguntaron a Manuel Nevado Madrid qué había aprendido en la vida. Y él escogió muy bien las palabras: "Que el ser humano sin los demás es débil y desvalido". Fue en una entrevista publicada en 1990 en el periódico "El Sindicato" de Comisiones Obreras, la organización a la que entregó buena parte de su inteligencia y su coraje, de su vida. Pasa el tiempo pero queda el ejemplo, la huella imborrable de personas que, como él, han hecho historia. Hace ya treinta años, un 23 de mayo, nos dejaba Manuel Nevado Madrid.

Había nacido en 1940 en el pueblo cordobés de Espiel, y en la década de los cincuenta llegó a Ciaño. Fue panadero en Sama, repartidor, chófer... antes de adentrarse un día en las entrañas de la mina María Luisa, donde aprendería ese duro oficio, donde arrancaría también su decidido compromiso en la lucha por la dignidad laboral y los derechos civiles. Allí entendería el significado más profundo de la palabra "compañero" y el sentido de la solidaridad de clase.

"La ira ante el fatídico accidente minero que golpeaba aleatoriamente y con metódica crueldad, la indignación por el silicótico que jadeaba y expectoraba sin aliento al caminar, la rabia por el abuso prepotente y despótico en el centro de trabajo, la irritación ante la represaría adoptada contra el compañero que daba un paso al frente y gritaba ¡basta ya!, y, por encima de todo, el ansia de libertad, le llevaron al compromiso político y sindical", escribió el historiador Ramón García Piñeiro.

Así que ahí tenemos a Manuel Nevado Madrid ingresando en PCE en el año 64 e incorporándose al movimiento sociopolítico de las primeras comisiones obreras. Una implicación que solía salir cara, y que a él mismo le llevó dos veces a la cárcel.

Él, y tantos otros luchadores legendarios, como Otones, Felichu, Fausto, Bayón, El Cordobés? lideraron la resistencia contra la dictadura franquista y fueron la punta de lanza del sindicalismo de clase que empezaba a representar CC OO. Pero Nevado Madrid tenía un carisma especial. Se ha destacado de él que era tenaz e insobornable, con un "olfato sindical" de primer orden, capaz de mantener el difícil equilibro entre el sindicalista enérgico que arengaba a su compañeros en el tajo y la persona organizada y previsora que también era.

Una entrega y unas virtudes que, sin él pretenderlo, acabaron convirtiéndole en un líder indiscutible de los mineros españoles, a quienes representaría en diversos cargos sindicales. Cuando le preguntaban quién era, Manuel Nevado respondía: "un minero" y "un sindicalista asturiano adoptivo".

Por eso tiene una plaza en Ciañu, y un hueco de honor en nuestra memoria colectiva. También da nombre desde 2004 al concurso de microrrelatos mineros que convoca la fundación Juan Muñiz Zapico, el único en el mundo en su género. Seguro que le emocionaría saber que a su nombre se han remitido miles de originales en todos estos años. Literatura minera como tributo.

Son gestos que demuestran la enorme deuda que tiene nuestra sociedad con personas como él, con toda una generación de trabajadores y trabajadoras que conquistaron espacios de libertad, democracia y derechos laborales de los que nos beneficiamos quienes vendríamos después. Y que nunca podremos agradecer suficientemente.

De no haber fallecido hace 30 años por culpa de un cáncer, hoy Manuel Nevado Madrid seguiría luchando por unas cuencas mineras en las que poder vivir y trabajar, exigiendo una transición energética que haga justicia con esta tierra que tanto aportó, reclamando una sanidad y una educación públicas a la altura de los retos, manifestándose por las pensiones dignas, exigiendo la igualdad y los derechos de las mujeres.

En aquella entrevista de 1990 también le preguntaron contra qué se revelaba Manuel Nevado Madrid. Y entonces dijo: "Contra los abusos y las desigualdades". Y contra eso luchó toda su vida. Por eso le admiramos tanto. Por eso su ejemplo mantiene la vigencia. Y anima a seguir el camino que nos mostró.

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