El protagonista de "El coronel no tiene quien le escriba" de García Márquez llevaba quince años esperando una carta. Era el reconocimiento de su pensión como militar que le permitiría vivir holgadamente y abandonar su situación de penuria. A la vez que aguardaba el correo semanal, criaba un gallo de pelea en el que ponía futuras esperanzas de enriquecimiento. Releyendo la novela creí ver ciertas similitudes entre el veterano coronel y las Cuencas, que esperan proyectos propuestos para Hunosa, planes y ayudas de transición justa, fondos verdes, fondos mineros pendientes... Pasan semanas y años, y el correo tampoco trae la ansiada carta. Y si el correo no llega nunca... La mujer del coronel, harta de tanta espera, hambre e ilusiones baldías, preguntó: "¿Y mientras tanto qué comemos?". Fue la primera vez que el coronel perdió la compostura: "¡Mierda!". No tengamos el mismo final.
