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VELANDO EL FUEGO

Comer en tiempos del coronavirus

El trabajo de los colectivos que hacen llegar alimentos a los más necesitados

Adentrarse en la importancia de la comida a lo largo de la historia, significa bucear en un muestrario de usos y costumbres que, en numerosos casos, provocaron cambios notables, cuando no decisivos, en el acontecer de los siglos. Baste con reflejarse en las pinturas sobre las bacanales romanas, para comprender que, además de un hábito, comer tumbados era también un signo de distinción social y, por tanto, no accesible para todos los ciudadanos. Desde entonces, son numerosísimos los ejemplos que se podrían citar, muchos de ellos anudados en torno a la relación comida guerra, de la que existen pasajes sumamente esclarecedores. Por lo que respecta a nuestro país, son tristemente conocidos algunos efectos de esa ausencia alimenticia, sobre todo los referidos al hambre que se cebó con la población española durante los años de la Guerra Civil. Una despensa bien repleta, o la ausencia de víveres en la misma, han tenido efectos políticos demoledores a veces, sobre todo cuando ha funcionado el bloqueo contra determinados países, una costumbre que, por lo referido al continente sudamericano, no ha perdido su vigencia. A este respecto, me viene a la memoria lo que me sucedió una tarde en que llegué a la Habana. El trayecto hasta el hotel lo realizamos en un taxi, cuyo conductor comenzó de pronto a echar chispas contra el régimen de Castro. Pero he aquí que, para sorpresa nuestra, las cosas habían sido bien distintas -Cuba era una maravilla y sus gobernantes también- en la época en la que estuvieron allí los rusos. Entonces se podía comer caviar, esas fueron sus palabras literales y, por tanto, la diferencia entre un estómago lleno y otro con agujeros (no voy a entrar en consideración sobre algunos de los motivos que producen esos desgarrones) le servía al taxista para poner un color diferente a la isla.

Por lo que se refiere a este período de crisis que estamos atravesando a causa del coronavirus, esa importancia de la comida se ha elevado hasta niveles extraordinarios, pues ya son muchas las bocas que se van quedando secas. De ahí que, además de los habituales canales oficiales de suministros, que en la mayoría de los casos son insuficientes, por distintos motivos, se hayan puesto en pie colectivos de base empeñados en la noble tarea de procurar alimentos para los más necesitados que, por lo visto, forman un ejército numeroso.

Un vistazo a nuestra cuenca nos vuelve a demostrar, una vez más, que la solidaridad es un valor que está siempre al alza. Y, por ello, varias asociaciones se dedican a proveer de comestibles a quienes se han visto de pronto privados de sus necesidades más básicas. Nombrarlas a todas resultaría imposible, pero no quiero que falten a esta cita de Langreo algunas como Intervalo, incansable y ejemplar siempre, o La Cruz Roja o Caritas. Y también La Asociación asturiana para el fomento de la Economía Social y Solidaria; La Semiente; El Güesperón; Les Filanderes; La Asociación Primero de Mayo de Lada; La Asociación de Vecinos de Riaño y Fuerza de Muyer, entre otras.

Lo ideal sería que en estos tiempos de crisis, la comida y otras necesidades primordiales ocuparan la agenda de los políticos, en lugar de tantas discusiones vacuas, destinadas muchas veces al lucimiento personal. Si bien, para que esto sucediera, se hubieran necesitado otros niveles de calidad, algo que no se encuentra, salvo en contados casos.

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