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DESDE MI ATALAYA TURONESA

Albino Suárez, haciendo historia

Un repaso por la vida y la obra del escritor-minero lavianés, con más de ochenta títulos publicados

Hace algún tiempo, cierto profesor de la Universidad de Oviedo se despachaba a gusto en la prensa asegurando que los jóvenes españoles saben más de los sioux (tribu aborigen de Norteamérica) que de Felipe II. No es de extrañar porque España ha sido secularmente un país atrasado y, desde finales de los años treinta, empobrecido a causa de un tsunami cainita que la arrasó literalmente dando paso a un nuevo régimen. Sistema autocrático, que fomentó, entre otras actividades, el deporte con el pretendido motivo de narcotizar a la población. Fue el caso del fútbol personificado en Di Stefano y el ciclismo representado por Bahamontes; también alimentó ciertos programas radiofónicos con tintes melodramáticos, orientados, estos, al colectivo femenino, como la serie de "La segunda esposa" de Gautier Casaseca, o el "Consultorio de Elena Francis", especie de confesionario laico que iba dirigido a ciertas adolescentes desorientadas. Allí se daban soluciones almibaradas a unas jóvenes que en la primavera de la vida ya habían sido heridas y algunas ¡de qué manera! con las flechas emponzoñadas de Cupido. Cuando aquel régimen autoritario bajó la guardia, comenzaron a oírse voces nuevas criticando las consignas que emitieron desde aquella torreta retrógrada durante cuatro décadas. Era el momento de la llamada "Transición Democrática" que barrió por "demodés" todos aquellos fenómenos. Con el tiempo se cumplió lo que dijo un político de nuevo cuño al afirmar que "a este país, muy pronto, no lo va a conocer ni la madre que lo parió". En efecto, cuando han transcurrido cuarenta años de la "Transición" y ochenta de aquella guerra monstruosa, la sociedad experimentó una radical transformación; sin embargo, en aspectos puntuales sigue igual: aquel furor inicial por modificarlo todo fue como el sarampión del cambio. Pronto los manipuladores de la sociedad comenzaron a hacerse un hueco en el nuevo sistema, vale decir, a tomar posiciones, de tal suerte, que hemos pasado a disponer de fútbol (nos cambiaron a Di Stefano por Ronaldo y al "Águila de Toledo" por Contador) y de "confesionarios" hasta en la sopa. Aquellos males, denunciados por los que se autocalificaban de progresistas, cuando estos se subieron al carro del poder, no pudieron o no quisieron confinarlos definitivamente. Entonces, regresaron fortalecidos para quedarse, con la exclusiva misión de hipnotizar a las masas como siempre, alejándolas de la autocrítica, del interés por el conocimiento y de la afición por el saber. Este preámbulo, aunque no lo parezca, tiene relación con un comunicado que Albino Suárez me envió, tiempo atrás. Cansado, un poco por la edad y otro poco porque la juventud no había conectado con su obra, estaba decidido a abandonar una aventura editorial que había iniciado diez lustros antes. No obstante, yo le animé a seguir con su vocacional iniciativa porque, en realidad, ese comportamiento de indiferencia hacia la cultura no era una responsabilidad que había que achacar a la gente, sino al propio sistema en el que estaba inmersa. "Pero nunca es tarde para que el sistema cambie" -le dije esperanzado. Yo conocí a Albino Suárez a través de Grucomi (Grupo Coleccionista Minero Investigador) y no tardé en darme cuenta de los valores éticos que encerraba su persona. De sus méritos como autor literario me enteré algo después, coincidiendo con el cambio de milenio, cuando aquella asociación le hizo un homenaje en Entralgo. Albino Suárez Cortina nació en Tiraña en una época difícil pues, en un parpadeo, llegaría la Revolución de Octubre y, fulminantemente, la Guerra Civil. Su humilde cuna determinó su niñez, tan colmada de privaciones que apenas tuvo ocasión de acudir a la escuela. Esos primeros años, que coincidieron con unos tiempos de miseria general, marcaron, indudablemente, tanto sus sentimientos personales como su irrupción posterior en la literatura. Sin haber cumplido los trece años ya trabajaba en una cantera sin el calzado adecuado para proteger sus frágiles pies. Pero, a pesar de estas calamidades, se había despertado en él una curiosa afición por la lectura devorando con avidez todo lo que llegaba a sus manos, bien fueran las aventuras de "El guerrero del antifaz" o las novelas llamadas "del Oeste"; algo más adelante ya se interesaría por obras de autores de reconocido prestigio como las "Rimas y leyendas" de Bécquer. En 1949, entró a trabajar en el Pozo San Mamés de "guaje" porque se decía que los mineros estaban mejor remunerados. Sí, pero no. La tarea minera era muy dura y peligrosa, y si se ganaba algo más era porque había que trabajar dos turnos diarios. "Para levantar España", según decían los que, precisamente, no habían sentido ningún escrúpulo por destruirla. De su pasión por la lectura, surge la afición a la escritura y, en 1959, publica "Horas lejanas", que es un libro de poesía. Mas sería al año siguiente cuando se estrenaría como articulista en el semanario "Nalón", siendo tal el impacto que produjo aquel escrito, que algunos vecinos llegaron a dudar de su autoría. "Eso Albino no lo hizo porque no tiene estudios, se lo escribió el cura", decían. En 1961 cayó en sus manos "Adelfas", obra de Alfonso Camín que le deslumbró por su descripción de la tierra natal. Fue el comienzo de una relación epistolar con el poeta asturiano que se transformaría en amistad duradera cuando, en 1967, regresó a Asturias desde su exilio mexicano. A Camín, su maestro también, le dedicaría Albino alguna de sus obras posteriormente. Pero es en 1975 cuando empieza a publicar de forma continuada llegando a totalizar, al día de hoy, más de ochenta títulos entre libros de historia, poesía, folclore, antologías, artículos de revistas y monografías. Albino nos habla, ya desde un principio, de los vecinos del concejo de Laviana: los que fueron notables y los que no lo fueron tanto. Toca temas tan variados como la vida en el campo de sus antepasados, las desventuras de los que sufrieron las guerras coloniales en Cuba y Marruecos, las experiencias cotidianas de los hombres y mujeres de la mina, las desgracias de la contienda civil pasada y de la más cercana postguerra que fue angustiosa para los vencidos y calamitosa para la mayoría. En definitiva, con su particular punto de vista, hace una disección de casi todo, de la guerra y de la paz. El año 1982 es para Albino el comienzo de un ambicioso proyecto editorial que le va dar una gran popularidad. Hablamos de la revista "Alto Nalón", a la que dota de un gran despliegue fotográfico para que al lector le resulte más amena. Con una periodicidad trimestral y un atrayente formato, nos presenta temas muy sugestivos focalizando, principalmente, a la gente madura porque muchos de ellos son los verdaderos protagonistas o lo han sido sus padres y abuelos. Con ello, no solo logró captar la atención de los lavianeses, calando profundamente en su espíritu, sino también la de todos los que habitan las cuencas mineras. Lo he comprobado con alguno de mis amigos procedentes de distintos lugares de Asturias que han mostrado un particular interés por esa publicación. También está el caso de mi propia madre, "Mina de Fresneo", que pasó momentos muy gratos repasando sus páginas porque Turón, su tierra, había tenido una crónica paralela: solo necesitaba cambiar los nombres de las personas para reconocer una historia turonesa que ella había vivido u oído. Somos conscientes de que Albino, el escritor-minero, deja un inestimable legado del que muchos investigadores se habrán de servir en el futuro. Concluimos, pero antes no podemos evitar dirigir una mirada a las jóvenes generaciones, animándolas a que se acerquen a su impresionante obra, pues del conocimiento del pasado siempre se extraen sustanciosas enseñanzas para el porvenir.

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