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DANDO LA LATA

Vida normal

Las ganas de fiesta superan al recuerdo de los ataúdes apilados

Diario del coronavirus.

No habla muy bien de nosotros que, tras haber sido los europeos más torpes a la hora de prevenir y contener la oleada inicial del coronavirus, hoy lideremos la clasificación de rebrotes. Es como si fuéramos los tontos que se creen más listos. Y si realmente es cierto que nuestra economía no está en condiciones de soportar una nueva avalancha, parece que desde el fin del confinamiento los españoles hacemos cuanto podemos para que se produzca y así echar a pique definitivamente este país. Si se trataba de aprender de la terrible experiencia vivida desde marzo, da la impresión de que no ha sido el caso. Como alumnos dejamos mucho que desear y las ganas de fiesta se han impuesto al recuerdo de los ataúdes apilados. Y volvemos a las andadas.

Lo vemos continuamente en nuestras calles: el distanciamiento social no existe e interpretamos que el virus sólo circula por las zonas de tránsito quedando inactivo en las terrazas. No tiene ninguna lógica, pero queremos creerlo así porque anteponemos nuestra irreprimible necesidad de ocio. No de trabajar, crear o producir, no: de divertirnos. De hecho, el ocio es la primera industria nacional, incompatible con confinamientos, distanciamientos, aislamientos y demás mientos.

Ya se sabe que las reuniones familiares y el ocio nocturno son las principales causas de los actuales rebrotes. Consideramos que lo que pasó ya pasó y que no aguantamos ni un minuto más sin barbacoas ni botellones, sin discotecas ni celebraciones, cuando lo cierto es que, aunque nos neguemos a reconocerlo, nada es igual que antes. Y la pretensión de hacer "vida normal" va a acabar sepultándonos.

La historia de España es un extenso compendio de grandes errores salpicados por esporádicos y brillantes aciertos. Y de ahí no nos saca nadie.

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