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Caballitos

La tristeza de un verano sin fiestas a consecuencia del coronavirus

En este tiempo de pandemia, en este tiempo gris e insulso donde el coronavirus todo lo controla, las ferias y los festejos populares han quedado ocultos en esa trastienda de la sinrazón. No hay fiestas patronales, esos días especiales de asueto, ritmo, ambiente y mucho jolgorio en las ciudades, villas y pueblos de nuestra querida España. Un año anodino, inseguro y traicionero por culpa de un virus letal que sigue ahí agazapado esperando lanzar su golpe mortífero. Y sin ferias la vida cotidiana no es la misma. Falta ese momento de alegría, disfrute, bulla y divertimento que conforma ánimo y verdad.

Dentro de esa feria casi siempre estival estaban presentes los caballitos, la noria, el tiro al blanco, los coches de choque, el tren de la bruja, la cesta imposible y mareante, la tómbola de la suerte junto con exposiciones de animales exóticos, la churrería olorosa y los puestos de algodón dulce, frutos secos o garrapiñadas.

Tiempos de antes y de ahora. Porque las ferias eran y son el paradigma de la felicidad y la dicha, especialmente en los años infantiles y de adolescencia. Aquellos tiovivos revoltones con sus vueltas mágicas y entretenidas, la selva animada y las motos rampantes. Todo un espectáculo que este año sólo queda en la retina de unos ojos lánguidos por ese arrebato inimaginable. Y los pobres y sufridos feriantes se quedan sin esas fiestas patronales que les ofrecían trabajo, economía y dignidad. Este curso nada de nada.

Un colectivo compuesto por unas treinta mil familias y más de doscientos mil empleos. Una lástima y una desgracia en toda regla. Este gremio se queja de su situación anómala y pide apoyo a las autoridades para subsistir y mantener su estatus laboral. Esperemos que estas gentes de movimiento y andanzas laborales reciban su ERTE, al igual que otros gremios. Sería de justicia. Y en ese paraíso de feria, la vida era un sueño y la dicha formaba parte de una población deseosa de celebrar sus patronales.

En esta ocasión nos quedaremos sin ese olor a churros tan natural, la algarabía de la grey infantil y la mocedad, los paseos de la gente de edad y esa música magistral de la banda local convertida en pasodoble como Pepita Greus o Amparito Roca, por poner unos ejemplos elocuentes. Fiesta sin tambor y gaita, fiesta sin vermú, fiesta sin procesión de la Virgen del Otero, fiesta sin Descenso Folklórico del Nalón en Laviana.

Este año no hubo San Juan, San Pedro ni Santiago... Habrá que conformarse con unos barquillos sin barquillero y silbar a "La luz de la luna" en remembranza de otro momento feliz. Los caballitos han sucumbido a ese virus amargo. Y esto, es una desgracia.

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