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VELANDO EL FUEGO

El menú diario

El primer plato, el segundo y el postre de todas las conversaciones están condimentados por la pandemia

No parece haber dudas sobre cuál sea el menú que se sirve a diario en todas las conversaciones. Lo mismo de primer plato, de segundo o de postre, la especialidad es el covid-19, que cada vez tiene un sabor más amargo. Un entremés obligatorio nos introduce de lleno en la comida. Y si bien cada guiso está condimentado con los mismos productos, su diferencia radica en el modo en que cada uno se refiere a ellos. Desde quienes aceptan sus molestias y, por tanto, procuran aliviar el estómago de la mejor manera posible, cumpliendo con las medidas de seguridad, hasta los que protestan por todo, e incluso amenazan con poner el restaurante patas arribas, hay una abundante variedad.

Y como lo más fácil es darse de bruces contra el condumio habitual, faltó tiempo para que en uno de mis paseos matinales me encontrara con uno de tantos comensales como protestan por el servicio. No se salvó de sus diatribas ni el Gobierno como jefe de cocina, ni los camareros representados por las distintas autoridades autonómicas. Todos eran unos embusteros, nos estaban engañando para vendernos productos falsos. Como era lógico, no faltó la comparación con los restaurantes de otros países, donde se cocinaban estofados distintos, más seguros y beneficiosos que los nuestros, y donde los responsables sanitarios eran un modelo a seguir, nada que ver con los que salen aquí en los medios de comunicación mostrando las escasas muelas del juicio. La digestión fue completa, con todos los nutrientes necesarios, entre ellos la declaración de alerta naranja para Langreo, una prueba más de la insensatez de quienes nos representan, afirmó con rotundidad. Sus palabras finales, como era de esperar, llegaron acompañadas de un sonoro eructo político: "no tenía ninguna duda de que la culpa de todo (no me atreví a preguntarle si incluía también el asesinato de Kennedy) era del gobierno.

Como quiera que yo me había limitado a escucharle con atención, sin atreverme en ningún momento a interrumpir su proceso digestivo, se vio obligado a preguntar mi parecer. Comencé recordándole que las matemáticas son una ciencia exacta, y que el confinamiento inicial había dado muestras evidentes de su acierto, pues durante el mismo se había rebajado considerablemente el número de afectados, por lo que quizás no fuera desaconsejable una nueva reclusión para volver a frenar el aumento de positivos. A fin de cuentas, los culpables principales son quienes no cumplen las normas de seguridad y no el gobierno, al que, si hubiera que acusarle de algo, sería de tibieza. Claro que, proseguí, entonces se intensificarían las protestas: la falta de libertad y esas cosas que invocan de continuo tantas personas que aún no han completado -en muchos casos no han comenzado siquiera- el proceso de normalización de las mudanzas políticas, finalicé.

No estábamos solos, así que era lógico que las personas que nos escuchaban terciaran en el debate. Hubo opiniones para todos los gustos, como era de esperar; si bien, la mayoría se puso de acuerdo en dos cosas fundamentales: que el virus actual no forma parte de ninguna novela de ciencia ficción, y de que en bastantes ocasiones, cuando salimos a la calle, no somos, precisamente, un ejemplo de responsabilidad. Del gobierno que, como es lógico, en ocasiones se equivoca, apenas se habló, lo que es buena señal. "Un tiempo vendrá/ en el que, con gran alegría/, te saludarás a ti mismo". Estos versos son del gran poeta Derek Walcott.

Confiemos en que sea así, y que se aleje pronto el covid-19 y tantos otros virus antidemocráticos.

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