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Protocolo de ventanas abiertas

La situación en la que se encuentra España con la pandemia sanitaria y los problemas políticos

Cuando el volante de un F1 es manejado por alguien que no es un avezado piloto, lo más normal es estamparse contra el primer cartel publicitario. Si un capitán de navío es tan prepotente como otrora lo fue el del "Titanic", los icebergs deben apartarse a su paso. Un comandante que abandona la carlinga de su avión, rumbo a Ibiza, para sumarse a la fiesta salvaje del pasaje es garantía de accidente aéreo.

España 2020 presenta los peores datos de la Unión Europea en la pandemia del covid-19. ¿Quién está al volante?? No es una pregunta que los miembros del populacho nos hagamos; es por contra un clamor de científicos, virólogos, serólogos e investigadores expertos en este tipo de situaciones de crisis.

Se planteó, desde el principio, la embustera disyuntiva entre economía y salud; tan falsa como un euro de chocolate. Amigos, si no se salvaguarda la vida de las personas, a largo plazo no hay economía que valga. Es como confundir las témporas con lo otro. "Gastad, gastad. Disfrutad del verano ampliamente que todo está controlado, superado y olvidado" nos decían entre algarabías los apolíneos políticos con sonrisa profidén. Ahora ya metidos en los rigores del otoño y después de negar, a la mayor y a la menor, a la grande y a la chica, la segunda ola nos topamos de bruces con la cruda realidad, otra vez.

Y mi pregunta, la de uno del pueblo, es la siguiente: ¿Hay algún político que piense en las necesidades de aquellos que lo han votado? Hombre, seguro que habelos, haylos. Pero dudo que sean habituales en las Cámaras de Madrid, dónde precisamente hace años se decía que desde ahí se iba al cielo. Estresados todos ellos están por pactar unos Presupuestos que les permitan sentar sus posaderas cuatro años más en tan regios lugares.

Semidioses, superhombres y supermujeres que se creen por encima del bien y del mal y desoyen las opiniones de aquellos que verdaderamente saben de que hablan. Tahúres que se sacan de la manga protocolos de crisis adaptados desde cartapacios imaginados en el mundo de las maravillas de Alicia y el conejo juguetón. Bustos parlantes que sueltan al aire la primer idea, aunque peregrina, que les atraviesa la cabeza. ¿Qué hacen falta sanitarios, profesores y profesionales diversos? Pues se contratan nuevos aunque no tengan su formación culminada. ¿Qué más da? Todos somos recursos reemplazables a golpe de ratón o llamada de teléfono, gestionados por programas de software propietario y privativo en el mundo de "Matrix" donde si te equivocas al elegir el color de una pastilla te convierte en un zombi.

Incongruencias supinas, voceadas a los cuatro vientos, como marcar reuniones de un máximo de seis personas en las calles para tomarse unas cañas, mientras las aulas triplican o cuatriplican ese límite.

¿Pasa algo? Nada, absolutamente nada. Se abren las ventanas para airear la situación. Y digo yo: ahora que empieza el mal tiempo quizás no "pillaremos el bicho", pero seguro que de una gripe o una pulmonía no nos va a librar nadie. Claro cuando algunos con casi un cuarto de siglo a las espaldas, arañando encerados, decimos que lo lógico es reducir ratios y contratar más profes, recibimos la callada por respuesta o se nos aparta de un plumazo.

Y ¿qué pasará cuando además de cascar los profes se pongan malos los "niñin@s"? ¿Qué dirán entonces los políticos de turno a los papás y las mamás? ¿Quién sustituirá a los alumnos si al bicho le da por mutar?

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