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DANDO LA LATA

Tener o no tener

La actitud de algunos sanitarios ante la epidemia de covid-19

Diario del coronavirus.

El viejo doctor, jubilado hace muchos años y que reconoce que no dudaría en volver a la primera línea de fuego para enfrentarse al virus aunque le costara la vida, no es capaz de asimilar que haya médicos que preparan el MIR a los que hubo que interrumpir una fiesta en la que no se observaba ninguna medida de precaución. Como tampoco entiende que unos estudiantes de odontología, en otra fiesta, se infectaran por desatender todas las órdenes y recomendaciones. Como, asimismo, no le cabe en la cabeza que unos sanitarios pongan en riesgo su salud y la de los demás por celebrar imprudentemente el retiro de uno de ellos. Como, con rabia, reniega de los profesionales sanitarios que corrieron a borrarse de las bolsas de trabajo cuando vieron que el asunto se ponía serio.

Y no concibe, al igual que me ocurre a mí, que esa gente pueda ejercer. Para el veterano médico su profesión es sagrada y lo que hacen estos individuos es un pecado. Porque los insensatos no deberían tener cabida en las profesiones sanitarias. Si un aspirante a médico o que ya practica la medicina o la enfermería no percibe la gravedad de la situación y se comporta de modo estúpido y negligente debería ser apartado de inmediato y definitivamente. Porque, como dice el anciano, "no tiene lo que hay que tener".

Y, a tenor de los hechos, está claro que no lo tienen. Que se dediquen a otra cosa, que estudien lo que sea, excepto ciencias de la salud.

Imaginen a aprendices de chóferes celebrando un cumpleaños conduciendo borrachos, a los soldados desertando o a bomberos desencadenando un incendio.

El viejo doctor, que daría la vida por salvar la de un paciente, no puede entenderlo. Y yo, tampoco.

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