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Vivir en combate con el mundo

Los recién editados Cuentos completos de E. L. Doctorow, con protagonistas en continua confrontación con su entorno vital, refuerzan la memoria de uno de los maestros de la narrativa estadounidense

Vivir en combate con el mundo

Howard Wakefield se autodefine como "un hombre del sistema" que, en medio de un apagón, al regresar a casa a pie en la urbanización de gente acomodada en la que reside contempla su entorno cotidiano como nunca lo había visto antes. Entrar en el hogar por una puerta inusual lo transforma en observador de su propia familia, toma distancia de su vida desplazándose a dos mundos contiguos al que hasta entonces era el suyo, uno personal, en el que depura sus insatisfacciones, y otro el entorno natural que siempre ha tenido a la puerta de casa. En ese trance conoce lo que es el auténtico esfuerzo de sobrevivir, buscar comida cada día, pelearse con otros que le disputan lo más elemental. Todo ello sin alejarse de casa y con una continua resistencia a rendirse a su "antiguo ser".

"Wakefield" es uno de los dieciocho relatos escritos a lo largo de cuatro décadas que componen los Cuentos completos de E.L. Doctorow, la primera recopilación de todas sus narraciones, que la muerte, el 21 de julio pasado, a los 84 años, impidió que llegara a las manos del autor. Estas ficciones breves, de las que "Wakefield" es sólo una muestra de un conjunto que se resiste a la homogeneización, muestran un narrador que, como el protagonista de su relato, puede habitar en dos mundos contiguos y a la vez distantes. Uno es el ámbito de novelas como Ragtime, Billy Bathgate, La gran marcha o Homer y Langley, en las que inyecta vida a la historia, que lo encumbraron como maestro de la narración con amplio reconocimiento de los lectores. El otro mundo es el de un autor quizá más oscuro, pero igual de sobresaliente en la excepcional tradición norteamericana del relato breve, esa que otorga al cuento entidad narrativa propia y lo libera del desdén de considerarlo un género menor.

Estos Cuentos completos están precedidos de "El soñador del Bronx", un prólogo del escritor y crítico Eduardo Lago que cumple el cometido de acercarnos al escritor sin la pretensión de ponerse a su altura, afán que arruina tantas de estas piezas siempre imprescindibles en un libro recopilatorio. "El Doctorow de los cuentos es un escritor distinto del novelista capaz de fabular los grandes frisos históricos que el mundo lleva décadas celebrando porque el ingrediente central de esas novelas, la Historia con mayúscula, no dispone en los cuentos (ni en los relatos híbridos) del tiempo y el espacio suficientes para que el autor lleve a cabo los juegos malabares que son la marca de identidad de sus grandes títulos", escribe Lago. Para el prologuista, "como autor de relatos breves, Doctorow fue un escritor más directo, poético y fugaz; más emotivo y cercano; más íntimo y elusivo; más profundo y misterioso; y, a la postre, mucho más desconcertante".

El propio Doctorow marcaba las diferencias entre novela y relato en un breve prefacio a Todo el tiempo del mundo (publicado en 2012 por Roca, la editorial que en España se ha ocupado estos años de mantener la obra de Doctorow accesible al lector), libro en el que ya se reunían trece de las narraciones que ahora componen el grueso de estos Cuentos completos. En la novela "el acto de escribir tiene carácter de exploración. Escribes para averiguar qué escribes. Y mientras trabajas, las frases pasan a ser generadoras". En cambio, "un relato suele presentarse como una situación, hallándose los personajes y el escenario irrevocablemente unidos a ella. Los relatos se imponen, se anuncian a sí mismos, su voz y sus circunstancias está ya decididos y son inmutables". Para el autor, "cada forma narrativa viene acompañada de sus propias satisfacciones: en el caso del relato, el gran peso de las frases, habiendo tan pocas como hay". Y añadía algo muy revelador de lo que el lector va a encontrar en estos cuentos. "Un relato", escribía Doctorow, "por su propia dimensión, debe centrarse en personas que, por una u otra razón, se diferencian claramente de su entorno: personas enzarzadas en alguna forma de liza con el mundo imperante". Podemos volver al Wakefield que trata de alejarse de sí mismo apenas sin desplazarse del lugar que era el epicentro de su vida pasada, pero también la Jolene que tropieza con todas las formas de maldad masculina o la maestra de "El cazador". Muchos de los protagonistas de estas narraciones comparten una sensación de extrañeza ante la vida, una forma de soledad y desamparo que, como apunta Eduardo Lago, los aproxima a los personajes solitarios de Jack London, autor que dejó un poso visible en Doctorow. Entre el catálogo de caracteres de uno y otro autor hay "una íntima afinidad espiritual" marcada por "el paisaje social en que se mueven, la profundidad de su trazado psicológico, su asombrosa capacidad para hacerse a sí mismos, la forma que reviste la lucha por la vida en que se ven envueltos, la misma que entraña el difícil trabajo de dar cuenta del mundo en el que viven por medio del poder de la palabra, reflejan una concepción muy similar de la escritura", apunta el prologuista de Cuentos completos. Uno de esos libros que refuerzan la memoria de su autor y prolongan su presencia más allá del final.

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