La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Jose Luis Argüelles: Burlando el odio de los publicistas

Versos escritos hace dos siglos o con fecha de unos meses que siguen invitando a la emoción

Ben Larner ha escrito un muy comentado ensayo a partir de una indemostrable suposición: el "consenso en el odio a la poesía". Es más cierto, sin embargo, que el lector atento verifica otra cosa: poetas y poemarios no dejan de multiplicarse cada año. Y asistimos, además, a otro fenómeno amplificado por las redes sociales: la creciente invasión de una "poesía populista", en feliz expresión de Alfonso Berardinelli (Leer es un riesgo). Milenario género central de la literatura, la poesía sigue burlando la pretensión de enterramiento que predican los publicistas de la sociedad del espectáculo. Así lo muestra la selección que traemos aquí de títulos publicados en el año que acaba: versos escritos hace dos siglos o con fecha de unos meses atrás que siguen convidándonos a la emoción.

La fuente romántica alemana. Para Rüdiger Safranski, el Romanticismo en un "movimiento de búsqueda" que nació en torno a los hermanos Schlegel y su revista Athenäum, hacia 1800, cuyas ideas son rastreables incluso en fenómenos como la revuelta estudiantil de 1968. "La escuela romántica es ese sentimiento propio de un nuevo comienzo, el espíritu alado de una nueva generación que salió a la luz preñada de pensamientos y a la vez con ánimo juguetón, dispuesta a llevar el temple de la revolución al mundo del espíritu y de la poesía", afirma el mencionado historiador de la ideas. A mostrar ese giro estético y conceptual está dedicada la antología Floreced mientras (Galaxia Gutenberg): una selección de diecinueve poetas del Romanticismo alemán, en edición bilingüe de Juan Andrés García Román, que contribuye a un más afinado conocimiento de una de las páginas fundamentales de la lírica occidental. Una obra que aspira a "mostrar en lo posible todo el espectro de estéticas que en él confluyen, convergencias y divergencias", según explica su compilador. Treinta y tres años de edad separan al mayor de los autores seleccionados, August Wilhelm Schegel, del más joven, Heinrich Heine. No están Goethe ni Schiller, cabeceras del llamado "clasicismo de Weimar" aun con sus tramos románticos, pero, junto a poetas mayores como Hölderlin o Novalis, se incluyen textos de autores menos leídos y conocidos: de Karoline von Günderrode y Bettina von Arnim a Clemens Brentano.

Ampliación de William Carlos Williams. El éxito de Paterson, la película de Jim Jarmusch que toma el título y algunos motivos de la más larga y ambiciosa obra de Wiliam Carlos Williams (1883-1963), ha acrecentado el interés por el poeta de Rutherford (Nueva Jersey). No siempre ha sido así, pese a la formalización de un poética ("ninguna idea, salvo en las cosas") y de unas soluciones técnicas (el pie variable como alternativa al desbordamiento versicular de Whitman) de gran originalidad. Lo ha dicho Juan Miguel López Merino en el prólogo a Antología bilingüe (Alianza): "Williams, a diferencia de Eliot y de Pound, ´decidió´ ser estadounidense". Y lo fue a su manera: un poeta inductivo que va de lo particular a lo universal, según señala Margarita Ardanaz en la introducción a Paterson (Cátedra). La editorial Lumen, que ya había publicado Cuadros de Brueguel y Viaje al amor, en 2007 y 2009, respectivamente, ha incluido en Poesía reunida, junto a esos dos títulos, los de Kora en el infierno y La música del desierto, con traducciones y estudios de Juan Antonio Montiel, Edgardo Dobry y Michael Tregevob. Afirman los dos últimos: "La reacción de Eliot y Pound, la de revivir el pasado literario de Occidente, sirvió para impulsar a Williams hacia una vía aún más radical de la modernidad".

La cifra de Ida Vitale

Quizás la obra de Ida Vitale (Montevideo, 1923) sea una aquilatada respuesta a la inquietud que planteaba en "Canon", poema de Palabra dada (1953), su segundo libro: si "todo ha sido dicho", cómo dar una "cifra" que sea a la vez "nueva, extrema y mía". Una de las lecturas más gozosas del año ha sido la de Poesía reunida (Tusquets), volumen que reúne siete décadas de la inquisitiva labor de la poeta uruguaya por dar con esas palabras exactas, salvadas de los gastamientos de la retórica y el tiempo, y con las que ofrecer una personal visión del mundo y de sus cosas. Ah, las palabras: "Un breve error/ las vuelve ornamentales". Perteneciente a la Generación de 1945, a la que se adscribe otra importante poeta montevideana, Idea Vilariño (1923), o autores como Onetti y Benedetti, tiene la misma obsesión por las correcciones de uno de sus primeros maestros, Juan Ramón Jiménez, y el gusto por las encrucijadas del lenguaje de quien fuera profesor suyo, José Bergamín, tan exiliado siempre. Repite esta edición, al cuidado de Aurelio Major, una ordenación de los textos como la seguida en Sueños de la constancia (1986): los poemas recientes al principio del volumen y los más antiguos al final. Galardonada con algunos de los premios más importantes del ámbito hispánico (del "Reina Sofía" al "Federico García Lorca", el "Octavio Paz" o el "Alfonso Reyes"), este libro contiene un casi siempre gratificante recorrido por la variedad de registros de una autora (encontramos sonetos, décimas, escritura automática, intertextualidad?) capaz, por ejemplo, de dialogar así con Quevedo: "Del siempre amanecer por las mañanas/ para ir anocheciendo todo el día".

Configuraciones de Eduardo García. La prematura muerte de Eduardo García (Sâo Paulo 1965- Córdoba, 2016) ha privado a la poesía española del último cuarto de siglo de uno de sus más consistentes y creativos autores. Pero, como afirma Vicente Luis Mora en el enjundioso epílogo de La lluvia del desierto (Vandalia), donde se reúne la poesía completa del ganador del Premio Nacional de la Crítica de 2008 por La vida nueva, no conviene "especular" con la dirección de una obra que, en su acabada forma actual, es ya extraordinaria. "Escribir es para mí una pulsión psicológica, una aventura, no un elegante juego de lenguaje", escribió Eduardo García, a quien debemos además uno de los ensayos más fecundos de los últimos años La poética del límite (Pre-Textos). Su meritoria "aventura" consistió en desbordar las fronteras (Horizonte o frontera, se titula uno de los sus libros) de la poesía realista y elegíaca (Refutación de la elegía, llamó a otro de sus trabajos) de los años ochenta y principios de los noventa mediante una apertura verbal y conceptual hacia la tradición romántica e irracionalista. "Por eso no puedo ser realista o surrealista", dijo. Y se preguntó: "¿Por qué no escribir desde un imaginario lírico en que Romanticismo e Ilustración se fundan en una sola configuración de la conciencia?". Una tensión dialéctica que se resuelve en lo que ha venido en llamarse "realismo visionario". El libro, que abre Andrés Neuman con un emotivo perfil de quien fuera su amigo, incluye dos colecciones poéticas inéditas (La hora de la ira y Bailando con la muerte, ambas de 2016) que muestran la amplitud estilística y temática de un poeta que no se dormía en sus propios laureles.

No sólo para estadounidenses: Robert Frost. Robert Frost y T. S. Eliot son, a juicio de Harold Bloom, los "únicos rivales" de Wallace Stevens como poeta canónico, el más importante de la tradición estadounidense después de Whitman y Dickinson. Hay menos dudas al afirmar que Frost (1874-1963), para quien un poema es "un momentáneo asidero contra la confusión", es el más leído de los tres en su país. Además de ser el único ganador de cuatro premios "Pulitzer", es también el "más conocido" por la gente corriente. Así lo afirma Andrés Catalán en la atinada introducción de Poesía completa (Linteo), donde reúne y traduce la obra lírica del autor de Al norte de Boston. Poeta que debe mucho a Emerson y a su renovada visión de la naturaleza -también a Wordsworth-, esa comunión con un amplio público (como sucede con Antonio Machado aquí, sus versos se leen en las escuelas) se debe a su dicción clara y a una identificación con ciertos valores que suelen encandilar al estadounidense medio. Ezra Pound le reprochó un provincianismo "casi de corral", pero lo cierto, tal y como apunta Seamus Heaney, es que fue capaz de formular una poética ("el sonido del sentido") con la que dar portazo al siglo XIX. "Será en la realización de esta propuesta de donde surja su originalidad", dice Catalán. Un volumen con muchas vueltas y esquinas, de lectura larga.

Martín López-Vega y el elogio de la intensidad.Poeta él mismo, traductor y explorador de distintas tradiciones líricas (y ahora, además, director de Cultura del Instituto Cervantes), Martín López-Vega (Poo de Llanes, 1975), propone en Obreros de la luz (Saltadera) una poética contra la indiferencia, contra los tiempos salvajes, a partir de la idea bergsoniana de "duración": "eso mismo que en la vida llamamos ´intensidad´, pero encerrada y concentrada, sublimada". Y explica muy bien, con paradas en la pintura (Vermeer o Hopper), con el análisis de las infiltraciones de la literatura oriental en la occidental o con el de la reconstrucción de un tono coloquial creíble ante las devastaciones de la historia, cómo ha ido renovándose la poesía elegíaca ("Los poetas de la duración y la elegía posmoderna", subtitula su libro). Un lúcido y perspicaz ensayo que nos muestra la importancia de las palabras verdaderas y por qué algunos poetas aún nos iluminan: de Antonio Machado a Milosz, pasando por Herbert, Yehuda Amijai, Heaney, Brodsky o Eugénio de Andrade.

Compartir el artículo

stats