La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

ensayo

Marxismo contemplativo

Gran Hotel Abismo, una biografía coral de los miembros de la Escuela de Frankfurt

Marxismo contemplativo

Con el aniversario de los doscientos años del nacimiento de Marx ya en el horizonte, la cita con la efeméride servirá para mostrar de nuevo la fecundidad de su obra, algo que ni sus más acervos críticos pueden negar. Entre las múltiples caras del legado intelectual de un autor prolífico, muchas veces bloqueado por la variedad de sus intereses, que arruinaban toda posibilidad de un trabajo disciplinado, hay un lado oscuro que alimentan quienes identifican su pensamiento con el germen de los peores acontecimientos del siglo pasado. Pero los horrores perpetrados en su nombre en nada desvirtúan el potencial de lo que dejó escrito, desarrollado en ocasiones por algunos a los que, quizá, nunca reconocería como frutos de su raigambre filosófica.

Las peores derivas del marxismo surgen del mandamiento de intervenir en la realidad, formalizado en la, repetida hasta la saciedad, undécima tesis contra Feuerbach, que insta a los filósofos a dejar ya de interpretar el mundo para implicarse en su transformación. Resulta dudoso que Marx hubiera aceptado cobijar bajo su nombre a un grupo intelectual que puso exquisito cuidado en contravenir ese mandato y, sin embargo, la Escuela de Frankfurt surgió como un centro de estudios marxistas, en el que teoría y praxis nunca llegaron a tocarse. Ello fue motivo de reproche de algunos de sus críticos más severos, como György Lukács, quien describió a los miembros de ese selecto grupo como huéspedes de un hotel "equipado con toda clase de lujos, al borde de un abismo, de la vacuidad, del absurdo". Gran Hotel Abismo, la etiqueta lukacsiana, es el título elegido por Stuart Jeffries para componer el retrato colectivo de quienes integraron la Escuela de Frankfurt, que es el recorrido por uno de los ejes intelectuales del siglo pasado. Los nombres del mutidimensional Adorno, Horkheimer, el siempre trágico Benjamin, Marcuse y su celebridad de estrella del pop en los campus rebeldes de los 60 o Habermas,el último gran referente frankfurtiano figuran entre la selección de las mentes más lúcidas de su tiempo. Ajenos al redil doctrinario que cercó al marxismo tras la revolución bolchevique, y por tanto traidores para muchos de que quienes llevan a Marx por bandera, tuvieron la capacidad de atisbar las alteraciones culturales que imponía el cambio tecnológico y consiguieron dibujar con precisión el espíritu de la época, aunque no hicieran nada por cambiarlo.

En Gran Hotel Abismo, Jeffries desarrolla "una biografía coral" de estos pensadores que, entre otras innovaciones, "reconceptualizaron el marxismo incorporándole ideas del psicoanálisis freudiano", acuñaron el término industria cultural que contribuye a definir su momento o "exploraron una nueva relación entre cultura y política". Como suele ocurrir, son autores más citados que leídos y sirvieron de arma arrojadiza en innumerables discusiones de pies fríos y cabezas calientes. Organizado en siete partes, cada una coincidente con una década del siglo pasado, hasta los años 70, el libro sirve también de constatación de un cierto fracaso del pensar frente al acontecer y es, según su propio autor, un texto "pesimista", que muestra "la creciente impotencia que experimentaron estos pensadores, a excepción de Marcuse, contra unas fuerzas que detestaban pero que se sentían incapaces de cambiar". Gran Hotel Abismo puede leerse como un relato rompehielos, que permite el acercamiento a este grupo intelectual sin quedarse en la superficie.

La de Frankfurt es "una escuela plagada de paradojas", escribe Jeffries, reveladora de que los "genios sensibles casi nunca son hombres de acción". Pero sí supieron captar la mutación del proletariado en una aletargada clase consumista, un cambio de identidad que transforma el sistema y prefigura una de las grandes paradojas del momento: el Partido Comunista Chino, la mayor organización mundial de adscripción marxista (eso sí, leninista y otros añadidos más) es uno de los principales pilares del capitalismo de consumo al imponer a los trabajadores unas condiciones que ni el empresario más voraz de Occidente osaría. Esas imposiciones permiten una producción barata y masiva de todo aquello que nutre le ensoñación del tener que sustenta a los millones de seres que siguen haciendo girar la rueda.

Compartir el artículo

stats