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El regreso de José Avello

La importancia del fallecido escritor asturiano crece tras la reedición de "Jugadores de billar", novela localizada en Oviedo y clave en la narrativa española de este siglo

El regreso de José Avello

El pasado 17 de febrero se cumplieron tres años de la muerte de José Avello (Cangas del Narcea, 1943-Madrid, 2015), extraordinario escritor al que estamos obligados a volver por ser el autor de una de las obras importantes de la narrativa española del nuevo siglo. La ambición constructiva, estilística y temática de Jugadores de billar, rescatada recientemente por la editorial asturiana Trea, obliga a todos (lectores, críticos, estudiosos?) a la reconsideración general de un libro que permanecía descatalogado desde hace tiempo.

Es cierto que esta novela cosechó algunas entusiastas reseñas en el momento de su publicación (salió en 2001, en Alfaguara) y varias distinciones (finalista del Premio Nacional de Narrativa, de la Crítica de Asturias y del Villa de Madrid "Ramón Gómez de la Serna"). También lo es, sin embargo, que no ha tenido hasta la fecha el reconocimiento que, a mi juicio, merece. Y eso que, clasificada como "obra de culto" -lo mismo se dice de su autor-, estamos ante una obra de infrecuente potencia, tanto por el manejo discursivo de los materiales narrativos, como por la destreza con que se relatan acontecimientos que abarcan medio siglo de historia española. Tengo pocas dudas de que terminará por imponerse a la maleza de prejuicios, cegueras e intereses bastardos que colonizan nuestro sistema literario.

Tres años después del fallecimiento de Avello, como digo, nos llega esta reedición de Jugadores de billar, novela de la que se ha subrayado con razón que puede leerse como una singular continuación del Clarín de La Regenta. Y no sólo porque el meollo del relato se sitúe en Oviedo (algún pasaje transcurre también en Gijón y Madrid), sino porque el autor retoma la tradición decimonónica de la gran novela que pone el foco en la ciudad de provincias - y en algunos de sus moradores- para construir una metáfora universal sobre el presente como insidioso residuo del pasado. El billar, la mesa y esos jugadores son, claro, un símbolo plausible de la existencia: "carambolas sucesivas que ya estaban contenidas en la carambola presente". Avello ha dicho, en unas "memorias" que el periodista Javier Morán recogió y publicó en LA NUEVA ESPAÑA de los días 3,4 y 5 de abril de 2011, que el "protagonista central" de su obra "es la ciudad de Oviedo". Y que es, también, una suerte de "cierre" de La subversión de Beti García (1983), con la que el escritor cangués fue finalista del Premio Nadal.

Isaac Rosa es uno de los narradores actuales que ha elogiado Jugadores de billar. "Novela excepcional", ha dicho. Y ha señalado, además, que Avello trata en su obra un tema sospechosamente eludido por la novelística española de los últimos setenta y cinco años: el expolio, el saqueo que sufrieron muchos de los derrotados en la última contienda española: "En eso consistió nuestra famosa Guerra Civil: un robo escriturado y legalizado ante notario". Isaac Rosa ha tenido la perspicacia de poner esta novela, según le escuchó y ha contado después el colaborador de este diario Fernando Menéndez, en el mismo orden de importancia que otros tres títulos fundamentales de la narrativa española contemporánea: La fea burguesía (1990), de Miguel Espinosa; Romanticismo (2001), de Manuel Longares, y Crematorio (2007), de Rafael Chirbes. Estoy de acuerdo. José María Merino escribió, asimismo, una brillante crítica en "Revista de Libros" en abril de 2002: "Proyecto ambicioso en todos los extremos, en la ordenación de la trama, en la construcción del escenario, en la elaboración de los personajes, en el estilo". Y además de hacer hincapié en la filiación clariniana del libro, desliza una opinión que ayuda a explicar los escollos con que topan algunos títulos para ser incorporados al canon: "ciertas ficciones que no tienen lugar en tales escenarios (Madrid o Barcelona) apenas son valoradas".

Avello cuenta en Jugadores de billar (sólo publicó esta novela y la citada La subversión de Beti García, con una diferencia de dieciocho años) el entramado existencial de un grupo de amigos, metidos en la cuarentena, que tienen la arraigada costumbre -mantenida desde que iban al colegio- de reunirse en torno a la mesa de billar de un antro de la ovetense calle Mon. Alrededor de Álvaro Atienza, Floro Santerbás, Rodrigo de Almar y el periodista Manolo Arbeyo pululan otros personajes que ofrecen un rico muestrario de la España de aquellos años: la del desencanto y los pelotazos urbanísticos, cuando el ministro Solchaga se refería a lo fácil que era enriquecerse bajo la dirección de aquel gobierno del que formaba parte.

La obra completa de Avello está siendo recuperada

La historia conjuga varios planos temporales: desde ese presente dañado, con varias tramas secundarias que ayudan a perfilar el retrato de los protagonistas, hasta los días de la Guerra Civil. Un recorrido para dar con la mancha original de un doble asesinato cuya sombra ominosa infiltra las vidas de los hijos de los vencedores de la contienda. Cómo no recordar a Balzac y su convicción de que detrás de toda gran fortuna hay siempre un crimen.

Jugadores de billar es una novela de impecable y compleja arquitectura, dividida en cuatro partes referidas a las estaciones del año y veintiséis fragmentos, que su autor vertebra a través de un muy personal tratamiento del punto de vista: los hechos están contados por un narrador en primera persona, billarista él mismo que va dejándonos en la mano todos los cabos de la historia. Merino alabó en su momento la fórmula narrativa seguida por Avello. El lector puede quedar sorprendido en un primer momento ante la omnisciencia de ese contador minucioso, tan similar al que transmite la voz en tercera persona de las narraciones tradicionales. Seguimos leyendo y vemos, no obstante, que todo encaja y está justificado por el desarrollo de unos acontecimientos que se relatan desde un cierto escepticismo irónico, según ha dicho Merino con acierto. Algunas páginas evocan, como pocas otras, el sentimiento de la amistad. "Tengo una imaginación que me lleva a historias muy largas", manifestó Avello en alguna ocasión.

Los responsables de Trea han anunciado su intención de reeditar también La subversión de Beti García, posiblemente el próximo año. Esta recuperación de Avello, que fue profesor de Teoría de la Comunicación y de Sociología en la Complutense de Madrid después de estudiar Derecho y fungir como directivo de un par de empresas -incluida una estancia en Guinea Ecuatorial-, se completa con la reciente publicación de los relatos que el escritor dio a la estampa en vida. Son cinco textos, firmados entre 1973 y 1983 (el primero, "La confesión", fue recogido por ejemplo en "Papeles de Son Armadans", la revista de Cela), que han sido reunidos ahora por la publicación digital "El Cuaderno", también de Trea. Incluye un interesante estudio de la filóloga gijonesa Elena de Lorenzo, profesora de la Universidad de Oviedo y directora del Instituto Feijoo del Siglo XVIII. Una recuperación tan justa como elogiable.

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