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Libros

Perversa fábula

Amélie Nothomb ridiculiza el mundo de las apariencias en El crimen del conde Neville

Perversa fábula cuya agilidad narrativa no deja de sorprendernos desde la primera página, esa extraña habilidad que posee la autora para ironizar sobre cualquier asunto por escabroso que sea y transformarlo en objeto brillante y sumamente atractivo; una aparente ligereza que esconde una árida visión que deforma y amplía defectos y virtudes para provocar una observación más nítida sobre una realidad que todo el mundo conoce y aplaude pero nunca cuestiona. Amélie Nothomb no teme a nada ni a nadie, su libertad transforma cualquier narración en algo extraño pero único. El mundo de las apariencias se ridiculiza aquí a través de una historia que nos atrapa y deslumbra. El conde Neville acude a una vidente que dice haber rescatado a su hija de una muerte segura en mitad de un bosque, en su encuentro la vidente le anuncia: "Pronto dará usted una gran fiesta en su casa. Durante esa recepción, usted matará a un invitado". Los acontecimientos se precipitan de un modo absolutamente inesperado desde entonces, modificando la profecía el comportamiento, actitud y acciones del conde hasta encontrarse este ante un insólito desenlace.

Giros inesperados, diálogos excepcionales y una selección de personajes que parecen haber sido creados en estado de gracia en esta aparente levedad cargada de significado y doble sentido. Solo el humor logra traspasar la frontera de lo más profundo sin violencia alguna: "Cuando recibes a centenares de personas, no sientes aprecio por todas ellas. Incluso cabe la posibilidad de que detestes a cierto número de ellos en cuya posible desaparición a veces has llegado a pensar, no sin deleite. Esta perspectiva salvadora le hizo tan feliz que se levantó para esbozar unos pasos de baile". Una caricatura social en la que el baile de máscaras de las apariencias se convierte en una trepidante historia cuya tragicomedia es la de la propia vida: el destino y el azar frente a la obstinada tozudez humana. Cualquier profecía puede ser tan solo una invitación al cambio o un punto de giro. La obstinación humana es la predicción más certera.

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