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Poesía

Discurso del cuerpo que se alza

Los poemas del cuerpo de Laura Fjäder

Poesía del cuerpo, conciencia feminista, aquella que rompe la norma y establece la libertad como premisa base, la que nace de la tierra y se enreda y alza desde un vínculo histórico desde el pasado más devastador hasta ser "alimento de semilla". Nace aquí el tejido y la voz poética de esta autora de amplia y resistente trayectoria. Laura Fjäder dirige la iniciativa de creación feminista multidisciplinar The Flesh Project junto a al proyecto Musas Disidentes, ha colaborado en diversas revistas y publicaciones y su obra está recogida en varias antologías poéticas. La autora cabalga con paso firme desde diversos frentes y esa fortaleza se demuestra también en sus versos: "Seré la raíz ávida/ que hurga en el barro/ rodeando huesos de alimañas, / atravesando vetas carbónicas, / levantando cuajarones de sangre atrapada, / alcanzando ríos subterráneos.// En la oscuridad, / bajo kilómetros de estratos, / sentiré el calor del sol sobre mi envoltura/ rasgada y abandonada/ en la superficie"

"La mayoría de las mujeres que han despertado recuerdan haber dormido, recuerdan haber sido dormidas", nos recuerda Héléne Cixous desde estas páginas; cita inicial que abre paso a una reflexión conjunta y también confrontación, puesto que vemos, a través de la grieta que nos muestra la autora, todos y cada uno de los condicionamientos y prejuicios que han sido depositados y alimentados con un claro objetivo de domesticación universal hacia todas las mujeres ("Ahora sé que ningún recuerdo/ volverá a suponerme jamás un desafío.// La liberación era esto: // una imposición vital"), triste evidencia histórica que se rasga con el gesto y con la palabra y desde este tejido que construyen aquellas que toman conciencia e inician un nuevo discurso e iconografía: "Sinceridad y hartazgo son mi golpe sexual estratégico". Todo lo que no se nombra no existe pero aquello que se nombra de forma defectuosa pasa a ser tomado de forma inmediata por el nombre primero, tal vez monstruo, tal vez princesa cuyo nombre define siempre un hombre determinado: "El hombre que no conozco/ sabe que le espero,/ egoísta y codiciosa,// revolviéndome de hambre". No hay aquí máscara o ensoñación, se trata de una realidad -o experiencia- cuyo análisis sirve de hilo conductor o evidencia y que una vez masticada y asumida muestra el necesario valor del aprendizaje propio. "Con el tiempo y el gusto educado en sinceridad, aprendí también a disfrutar del sabor del frío y de la nieve amontonada a los lados de aminos embarrados: todo ese blanco sucio, mezclado con dientes de león e insectos de alas pegadas, inútiles". Como bien dice el poeta gijonés, David González: "Nunca me lavo las manos antes de escribir". El gesto se endurece al asumir la realidad desde su lado más fiero pero sólo encontramos mayor firmeza y valor ante este hecho: "No siento las piedras finas/ que hieren/ la planta de mis pies. // Continúo". Queda atreverse ahora, vencer el miedo, comenzar un nuevo discurso, acción, imagen, también realidad, un principio o un nuevo orden del estado de las cosas más justo, más equilibrado, más real, adentrarse: "Sentirás algún dolor// solo durante un tiempo,// el necesario para que tu piel/ se acostumbre a sostenerme".

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