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Rusia, el zar Putin y el regreso al totalitarismo

Masha Gessen cuenta a través de las experiencias de siete personas el colapso que vino tras la caída de la URSS

Rusia, el zar Putin y el regreso al totalitarismo

La esperanza puede ser eterna aunque para Rusia gran parte de ella volvió a colapsar a principios de 2015. En las vísperas de ese Año Nuevo, Aleksei Novalny y su hermano Oleg fueron declarados culpables de defraudar a una compañía cuyo representante confesó, a su vez, no haber sido estafado. Novalny era colega del físico Boris Nemtsov, el liberal que desafiaba abiertamente a Putin y concitaba en torno suyo las mayores ilusiones de reforma política en el país. Sentenciado Novalny, Sergei Udaltsov en prisión, Garry Kasparov e Ilya Ponomarev en el exilio, Nemtsov se había convertido en el único líder de la protesta que aún quedaba en Moscú. No sería por mucho tiempo.

Nemtsov había descubierto, sin embargo, que incluso los rusos que capitalizaban el mayor descontento estaban en ese momento más centrados en sus problemas económicos que en la guerra de Ucrania, el principal activo que manejaba la oposición para llevar a cabo sus protestas que hacían coincidir con las del movimiento democrático ucraniano. Las autoridades negaron el permiso a Nemstov para organizar una marcha en el centro de Moscú, al mismo tiempo que se lo concedían a un grupo juvenil pro Kremlin para manifestarse en contra del Maidan. Uno de los dirigentes de ese grupo portó una pancarta en la que se vinculaba al físico opositor con los nacionalistas de Ucrania. En marzo de 2015, la hija de Nemstov, Zhanna, y su madre planearon ir de vacaciones a Italia. La noche antes de tomar el vuelo, la primera escuchó a a la segunda gritar con el teléfono en la mano: "Lo mataron". Un taxista las condujo al puente frente al Kremlin donde habían disparado al líder opositor. La marcha de la paz no se celebró pero sí otra multitudinaria, de luto, a la que se unieron 50.000 personas, en el centro de la capital. Vladimir Kara-Murza, activista de Open Rusia, no dejó de visitar el lugar del asesinato un solo día, a menudo con flores, hasta que fue hospitalizado por diversos fallos en el organismo como resultado de haber ingerido toxinas desconocidas. Masha Gessen, periodista moscovita del "New York Times", autora de El futuro es historia, una potente narración sobre el regreso del totalitarismo a Rusia, que ahora publica Turner, observó lo siguiente: "El opositor más famoso recibió una bala en el corazón; el menos, veneno en su té". En julio de 2017, cinco chechenos fueron culpados del asesinato.

Gessen, que escribió también El sorprendente ascenso de Vladimir Putin (2012), es una de las voces más críticas hacia el presidente de la Federación Rusa. Conoce muy de cerca los círculos del poder. El futuro es historia cuenta cómo han pasado los primeros años del siglo XXI siete ciudadanos rusos, el relato está respaldado por testimonios y una valiosa documentación que ayuda al lector a comprender buena parte de lo que está ocurriendo en el régimen del nuevo zar en el período postsoviético: el terror de bajo nivel impuesto por el Kremlin y cómo las ilusiones de democracia se van disipando. El libro está estructurado en torno a las experiencias de cuatro personas que alcanzaron la mayoría de edad coincidiendo con el colapso de la URSS: Masha, cuyo activismo llegó a convertirla en prisionera política de facto; Seryozha, el nieto de Alexander Nikolaevich Yakovlev, el político que encabezó las reformas en la era Gorbachov; Zhanna, la hija de Nemtsov, el opositor asesinado, y Lyosha, un académico homosexual en una sociedad homofóbica.

También aparecen otros tres personajes: la psicoanalista Marina Arutyunyan; el sociólogo Led Gudkov, y el ideólogo de extrema derecha Alexander Dugin, colaborador de Limonov y autor de La revolución conservadora, en el que proponía un concepto de sociedad radicalmente opuesto al de Occidente argumentando que aplicar las ideas importadas era un craso error puesto que el ethos ruso se desarrolló en correspondencia con su propio destino y la geografía de Rusia la hacía enemiga natural de Estados Unidos o Gran Bretaña. Su teoría representa a un tipo de enemigo de la sociedad abierta. Sólo a uno, porque hay más como demuestra Gessen en su vigorosa narración impregnada de las privaciones de la década de los ochenta, los temores de los noventa y la sensación de clausura que embarga los 2000 desde el inicio. Una Rusia en manos de un estado mafioso con elementos totalitarios y un estado alimentado por un nacionalismo revanchista en que cada miembro de la sociedad se convierte en ejecutor del orden existente: una visión tan oscura como luminosa del coloso del este de Europa.

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