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Arte

Encuentro con Mabel Lavandera

La retrospectiva de una artista de la ilustración que hace una pintura sometida a sus propias leyes

Mabel Lavandera, con algunas de sus obras. LUISMA MURIAS

No cabe duda de que Mabel Lavandera (Gijón, 1951) es un personaje bien conocido y apreciado en el mundo artístico asturiano, y de ello es buena prueba el gentío que se congregó en el edificio histórico de la Universidad el día en el que se inauguraba la presente exposición retrospectiva de su obra pictórica, organizada por la Asociación Feminista de Asturias "Clara Campoamor". El mucho público asistente y el enfático entusiasmo que manifestaba suponía el mejor homenaje a una trayectoria artística que encontró en el mundo de la ilustración su cauce profesional y su trabajo más reconocido, a través de su colaboración en importantes editoriales y diferentes publicaciones. Sin embargo, Mabel Lavandera nunca dejó de lado la inquietud por la creación plástica, como lo demuestra primero su formación, con Alejandro Mieres y en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, y luego sus exposiciones individuales y colectivas, en algunas de las galerías asturianas más significativas, y su integración en grupos e iniciativas artísticas, todo ello compatible con un espíritu comprometido y reivindicativo en distintas causas sociales. El preámbulo no solo busca justificar la expectación en la inauguración sino también situar al personaje en la historia reciente del arte y la cultura asturiana, cosa esta última para la que Mabel Lavandera ha tenido la gran suerte de contar con Santiago Martínez Fernández como comisario de la exposición, quien realizó un admirable trabajo, riguroso y exhaustivo, que pone en valor su trayectoria y su obra.

En cuanto a la exposición resulta interesante y atractiva por su heterogeneidad y la audacia y la sinceridad de sus planteamientos pictóricos, cuestiones que precisamente suelen considerarse a menudo defectos pero que en su caso son la prueba de una voluntad de creación plástica más allá de la actividad profesional. Esa necesidad creativa seguramente apremiante explica la espontaneidad con la que ha dilatado los límites de su interés artístico asumiendo diversas tendencias con sorprendente desenfado y frescura creativa. Podría acercarla al ingenuismo si no fuera porque con el dominio de los valores plásticos y sus conocimientos teóricos, demuestra Mabel Lavandera que sabe de lo que habla, que sabe lo que pinta. Simplemente, en lugar de reiterar un estilo o seguir pautas de otros, Mabel Lavandera ha decidido siempre, y sin complejos, hacer un arte sometido a sus propias leyes.

En cuanto a las obras, interesan mucho las firmadas en los años setenta por su originalidad y calidad dibujística, desde el "disparate" de las Majaretas al Proyecto vacío, entre la pura geometría y el objetual surrealismo o la delicada figuración de Jugando a ser mujeres. Luego está el irónico autorretrato picassiano-aviñonés, subrayado con el guiño de utilizar su reproducción como sello de franqueo de la tarjeta anunciadora de la muestra. Son muy originales y con personalidad los Papeles del desorden de 1999 y también me lo pareció el gran formato de "Los trenes", sus formas cuidadosamente distribuidas y orquestadas en repetición barroca de trazos, planos y colores, libremente deformada su estructura de horizontalidad permanente, que puede recordarnos a Lèger. Y desde luego las témperas, acuarelas en general y las distintas expresiones dibujísticas y cartelísticas. Me gustó menos el final del texto de la tarjeta a que antes me refiero en la breve semblanza personal de la artista "... ha existido una especie de "castigo del mercado" hacia su trabajo y hacia ella misma, por no mantenerse dentro de la ortodoxia, por no responder a los cánones establecidos, pero también por ser mujer y por ser atípica y ecléctica en un mundo que creemos libre y progresista". Ni parece, ni lo creo, que haya sido ese el caso. Ni que venga a cuento.

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