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Libros

La venganza de Pedro Muñoz Seca

El inventor del astracán puso en solfa la literatura y su renovación fue cubierta por las vanguardias

De Pedro Muñoz Seca (Puerto de Santa María, 1879 - Paracuellos del Jarama, 1936), valioso autor teatral con enorme éxito en el primer tercio del siglo XX y una facilidad pasmosa para la versificación, resaltan las desgraciadas circunstancias de su muerte -fusilado por el bando republicano durante la Guerra Civil- tanto, al menos, como la inmensa y necesariamente desigual obra teatral legada -unas trescientas obras firmó solo o en colaboración- . Fue el inventor del astracán -cuya obra cumbre es precisamente La venganza de don Mendo-, todo un subgénero teatral que sirvió para superar el estancamiento del sainete y se caracteriza por provocar la risa utilizando el disparate.

Rafael Cansinos Assens lo pinta en la inagotable La novela de un literato "con facha de señorón andaluz, alto, arrogante, bigotes kaiserianos y botitos de financiero". Y, sin embargo, informa también Cansinos, a pesar de su porte distinguido tuvo una especial relación con los bohemios, pues fue Muñoz Seca quien le sugirió a Alfonso Vidal y Planas la idea de la obra Santa Isabel de Ceres y financió en alguna ocasión al joven desgarrado y excéntrico Armando Buscarini. Una entrevista que le hizo el también dramaturgo Leandro Navarro Bonet para la fugaz revista de 1927 "Almanaque de este mes" -que luego pasaría a llamarse "Argos"- nos permite conocer algo más de la personalidad de Muñoz Seca. Defiende la igualdad de la mujer, aunque sobre la homosexualidad dice: "El sexo débil ya sabemos cuál es: el que no es ni una cosa ni otra". ¿Y del divorcio? "El divorcio está reñido con nuestra religión? No, no puede ser? (?) El divorcio no puede penetrar en España, donde el catolicismo tiene la absoluta mayoría". También se produce una escena curiosa a lo largo de la entrevista -que tiene lugar en el Ministerio de Trabajo, donde en aquella época tenía un puesto el dramaturgo-: entra en el despacho una actriz a pedirle dinero a Muñoz Seca porque su madre está enferma; el dramaturgo, sin pensárselo dos veces, le da el dinero solicitado. Y todavía hay otro curioso detalle en la entrevista, pues Muñoz Seca afirma no leer comedias nuevas por tener él mismo planeadas en aquel momento más de 80.

La pertinente reedición de La venganza de don Mendo a cargo de Alberto Romero Ferrer deja a un lado todo lo concerniente a la vida de Muñoz Seca para centrarse en su obra, para contextualizarla dentro del movimiento renovador del teatro cómico fin de siglo, en la que se fraguará la personal impronta de este dramaturgo. La renovación de Muñoz Seca y otros fue previa a las vanguardias y quedaría después tapada por esa "modernidad" que ellas trajeron, pero no conviene olvidar, como Romero Ferrer explica eficazmente en la acertada introducción, que en La venganza de don Mendo, de 1918, y el resto de sus obras que dieron forma al astracán, Muñoz Seca ponía en solfa no solo la literatura de su tiempo -contra la contundencia declamatoria de los Echegaray y los Marquina se dirigía "Don Mendo"-, sino también la historia teatral misma, sobremanera el teatro romántico, pues mucho de burla del Don Juan Tenorio de Zorrilla y de Don Álvaro o la fuerza del sino, del Duque de Rivas, hay en los intencionados ripios y exageradas declamaciones del Don Mendo, que hoy sigue leyéndose -aunque quizá las representaciones se aguanten peor- con sumo agrado.

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