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Ensayo

Las formas de la verdad

El filósofo Julian Baggini hace una taxonomía de las certezas en un breve libro muy oportuno

Las formas de la verdad

En el contexto del intenso debate en torno a aquello de lo que conviene fiarse y de la facilidad con que lo falso se adueña del mundo puede sorprender la afirmación de que "un problema con el que nos encontramos no es la ausencia de verdad sino su sobreabundancia". A contracorriente de la moda, el filósofo Julian Baggini considera que "hablar de una sociedad posverdad es prematuro y erróneo" y entiende que "ni siquiera estaríamos hablando de posverdad si no creyéramos que a verdad es importante". Baggini, a quien entrado ya en la cincuentena las referencias editoriales se empeñan en presentar como un "joven filósofo", ejerce una filosofía de proximidad, que le proporciona una presencia pública muy por encima de la habitual en su gremio. Su firma en la prensa británica, en las redes y sus libros dan una amplia proyección a quien desarrolla uno de los impulsos elementales sobre los que se sostiene el quehacer filosófico, que consiste en desmontar lo aparente. A ello se aplicaba en Más allá de la noticia (La filosofía detrás de los titulares) (Cátedra, 2004) o La trampa del ego (Paidós, 2012).

Ahora se adentra en una de los asuntos cruciales del momento con Breve historia de la verdad, un opúsculo de poco más de noventa páginas en el que ensaya una "taxonomía" de las certezas. Baggini distingue diez formas de verdad que, sostiene, pueden coexistir pacíficamente siempre que no nos empeñemos en sacarlas de su reducto específico. Así, por ejemplo, resulta inconveniente poner a "competir" las verdades espirituales con las seculares.

El autor clasifica desde la perspectiva de que "la verdad no es una mera propiedad abstracta de las proposiciones, sino algo esencial para vivir bien". En ese proceso va diagnosticando algunos de los tropiezos de la verdad en estos días. "Nuestros problemas actuales se deben a que la autoridad de nuestra tripas, de la intuición, de la gente y/o de Dios ha ocupado el lugar" de "autoridades" que en otro tiempo tenían la exclusividad de acuñar certezas. "La verdad se ha personalizado, con el individuo como soberano de su interpretación de la realidad", apunta al perfilar las "verdades relativas".

Su afirmación de que "la razón no nos lleva a la verdad" podría dar a Baggini la apariencia de uno de esos contrailustrados a los que combate Pinker, algo incompatible con su constatación de que "la fortaleza de la verdades empíricas reside en el hecho de que siempre están abiertas a escrutinio, revisión y rechazo". La verdad tiene mucho de construcción colectiva y ello impone tomar en consideración el juicio de los otros, defiende.

El uso retorcido del lenguaje es una de las mayores fuentes de falsedad. Pese a sus reticencias hacia uno de los términos de mayor circulación del momento, "la idea de que puedes hacer algo verdad simplemente diciéndolo parece a ojos de muchos la típica tontería a la que nos ha llevado al mundo de la posverdad", constata Baggini. En esa línea, "ser creativo con la verdad no es más que un eufemismo para no decir la verdad en absoluto".

Breve historia de la verdad es un buen hilo conductor en torno a un clásico de la filosofía, el de las certezas y sus fundamentos, que genera una intensa y variada producción editorial.

Desde otra perspectiva, más inserta en el debate público, Nicolás Sartorius en La manipulación del lenguaje se centra en las palabras orientadas a deformar la realidad y se afana en lo que llama un "breve diccionario de los engaños". El ya octogenario Sartorius realiza una decantación ideológica de los términos más usuales de la actualidad para mostrar cómo se modela una falsa realidad a partir de la alteración intencionada de las palabras.

En Historia reciente de la verdad, Roberto Blatt ensaya una exposición sobre las transformaciones en lo científico, lo cultural, lo económico o lo político que "contribuyeron, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, a constituir una forma de vida nueva, nacida en Occidente, pero con vocación de globalidad, realmente distinta de la regida por el pensamiento trascendental que la precedió". Blatt es buen conocedor de ese "pensamiento trascendental", en el que se adentró en Biblia, Corán, Tanaj (Tres lecturas sobre un mismo Dios) (Turner, 2016).

En un ensayo muy fluido y cargado de referencias, ahora sostiene que "los mismos elementos que hicieron posible una participación global y colectiva en la verdad está contribuyendo a minarla". La publicidad engañosa y, sobre todo, la irrupción de internet acentúan lo que Blatt identifica como "crisis del realismo", el resquebrajarse de un mundo marcado por las verdades sólidas y universales frente a las trascendentes. El algoritmo del gran buscador tiende a "recluirnos en una burbuja subjetiva de pensamiento único que podría confundirse con la verdad objetiva". Y eso ocurre cuando "nunca en la historia de la Humanidad estuvimos tan informados sobre los acontecimientos que sacuden al mundo y sobre los cuales tenemos tan poca incidencia". Pero la progresiva implantación de un discurso sin el sostén de lo real ni siquiera tiene ciertos contrapesos clásicos y el autor de Historia reciente de la verdad certifica con sorpresa "la deriva anticientifista de la izquierda". Blatt concluye su larga exposición con la constatación de que "la trascendencia vuelve con sus improbables artículos de fe, teístas o seculares, contribuyendo a una parcelación tribal de la verdad". Aboga por mantener separados del ámbito de la creencia "los parámetros verificables de la realidad" y sugiere establecer "unos principios realistas básicos compartidos acerca de la verdad, con vistas a conservar la capacidad de toma de decisiones racionales, antes de delegarlas, voluntaria o involuntariamente, quizá sin retorno, a iluminados oscurantistas o a la inteligencia artificial". Lamentablemente, cabría añadir como contrapunto, no hay síntoma ninguno de que ese consenso universal consiga abrirse paso.

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