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Carmen Alborch y el IVAM

La contribución al arte contemporáneo de la exministra recién fallecida

He tenido la suerte de estudiar la carrera en Valencia en años de efervescencia, todos los de estudiante lo son, y allí tomé la costumbre de irme los domingos al barrio del Carmen, primero al IVAM, Instituto Valenciano de Arte Moderno, a ver exposiciones alucinantes, que sin duda forjaron mi talante, y después a tomar los mejillones, clóchines, y vermú en la Pilarica allí al lado y recorrer aquellas calles estrechas de palacios, caballers, piedras, puertas de Serrano y de Quart, Generalitat, tienda de Montesinos... Así que yo, que sabía algo de arte contemporáneo por otra suerte inesperada, la colección de otra Carmen de agárrate, Castañón, en el Instituto Bernaldo de Quirós, disfrutaba muchísimo con las ofertas visuales inusuales de aquel nuevo y puntero museo.

Carmen Alborch durante cinco años pilotó aquella joya de museo para el arte moderno, y luego lo apoyó desde su ministerio. Cuando la fotografía no tenía aún en España el valor que hoy le damos, vimos colecciones como las de Lekuona, las de Gabriel Cualladó. Vimos, no esculturas sobre un podio, sino lleno el museo de ciudades que se extendían, con pequeñas piezas, por aquellos pavimentos de piedra: les ciotats de Miquel Navarro, escultor que desde entonces es parte del museo (tiene una pequeña obra en el Arbeyal en Gijón que puso Paz Felgueroso). Vimos crecer la figura de Julio González, aplastada tras su participación en el pabellón de la República de París, y que forma parte de las colecciones del museo.

Esta semana pasada nos hablaba en Madrid el Pritzker Souto de Moura de Cabrita Reis el pintor portugués por una exposición en el Serralves de Oporto, nosotros lo disfrutamos en el IVAM de Valencia hace veinte años, (ya no era ella directora del IVAM sino ministra), con unos dibujos a mano alzada ampliados que eran preciosos, aunque nada que ver con las obras de ahora.

Más tarde vinieron etapas más ambiciosas para el IVAM, como cuando se quiso cubrir con una estructura enorme, como un umbráculo, soportada sobre finos pilares que proyectaron los japoneses SANAA, que , gracias a Dios, no se llevaron a cabo, pues habrían cambiado no sólo la escala del museo sino la del barrio.

El auditorio del IVAM ahora se llamará de Carmen Alborch, pero para una generación como la mía el barrio del Carmen, fue el barrio de Carmen. Un libro suyo se titula "La ciudad y la vida" dedicada a la de Valencia a la que escribió y sirvió con tanto amor, nuestra protagonista, ciudad que ahora llora a la que no quiso tener de alcaldesa.

Me contaba mi amigo Miguel Álvarez Garnería -tampoco podemos disfrutar ya de él más que en el recuerdo- que un día de copas por el Carmen tarde, apurando la última y ya cerrándose un local, bajando la persiana, asomó su cabeza Carmen Alborch, y el dueño del pub subió de nuevo la persiana para que siguieran la fiesta y la música.

Alborch no era excluyente sino generosa con sus dones. Y orgullosa también y luchadora per les dones... Donde Carmen entraba, fuera el Colegio de Abogados de Valencia (del que fue decana), la Academia de Bellas Artes de San Fernando, el IVAM, o el Gobierno de España, entraban la fiesta y la alegría. La seriedad y la alegría que no son incompatibles, como ella misma decía.

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