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Libros

La novela magnética de Jorge Ordaz

Humor de primera y enorme riqueza narrativa e inventiva para contar casi un siglo de historia

Jorge Ordaz.

Tengo la presente por la mejor novela de Jorge Ordaz. Ambientada en la primera mitad del siglo XIX, concurren en ella todos los elementos a que nos tiene acostumbrados este caballero inglés, nacido en Barcelona en 1946 y avecindado en Oviedo. Es decir: cosmopolitismo, historias de la ciencia y pseudociencias, ficción científica y ciencia de ficción, aventuras exóticas, anecdotario hilarante, pasiones sofrenadas por la ironía, enriquecimientos y ruinas, razón contra disparate, puntilloso y abrumador conocimiento de la época narrada? mil más, hilados por una prosa solo fría en apariencia, ejercicio magistral de quien se ha criado como escritor en la lectura de las mejores plumas ?léase su blog "Obiter dicta"?, no siempre los más conocidos, raros y curiosos casi siempre, mal llamados "menores" en muchos casos. Nuestro magnetizador y también frenólogo atiende por Dimas Pons. Portorriqueño pobre (no deseo ser espoiler) cuando la isla pertenecía a la corona de España, emprende un viaje de estudio que lo llevará por Europa y -una vez perito en hipnosis y en la localización cerebral de las facultades psíquicas correspondientes con los relieves craneales? a conocer el éxito profesional (y el amor) en su consulta de Baltimore, antes de regresar cerrando el círculo a su Borinquen. ¿Qué tienen estas memorias para que, a mi juicio, sean superiores a la exitosa Prima donna, por ejemplo, o a las historias de espías e intrigas ordacianas, o a la tan sugestiva La mariposa en el mapa de este mismo año? Tienen, de nuevo a mi juicio, una irrupción del humor que entra en la novela abriendo la puerta de una patada. Un humor del más alto estilo. En toda la obra de Ordaz está presente, sí, pero atenuado, latente, ahí abajo. Ahora, lo ha dejado salir en libertad. Los buenos lectores de Eduardo Mendoza saben de qué hablo. Los de Pickwick, Chesterton, o Saki, también. Ejemplo: a un lugar que sale en la novela se lo llama nada menos que Hooloomooloo; y solo está poblado por personas con algún defecto físico. Ejemplo: hay una mujer que canta la más tierna balada irlandesa con la más dulce voz bajo los efectos hipnóticos de Dimas Pons? pero que en vigilia no hay quien aguante su aspereza vocal. Todo esto lo hay, y lo hay para satisfacción de lectores y críticos post-posmodernos siempre prestos a tildar de decimonónico o sigloveintero lo que no contenga guiños equívocos. Pero hay tal marea humorística que empapa toda esa seriedad tonal y ese trasfondo dizque triste que respiran algunas páginas. Miren ustedes qué inicio de capítulo: "Habiendo entregado la mayoría de mi tiempo a la exigente Minerva con mis estudios, resolví que había llegado el momento de dedicar una parte de mis ocios a la ineludible llamada de la solícita Venus". Prosa añeja, XIX puro, historia viejuna? Pero inmediato guiño de estilo, posmoderno, choque puro: "Y me puse a buscar una chica con la que salir". O lean ustedes la visita al manicomio del maestro también frenólogo Cubí, donde se encuentra a un interno que "se creía nada menos que Newton". Cubí examina "el órgano correspondiente al cálculo matemático" del hombre y dictamina: "Este hombre tiene serias dificultades con las operaciones aritméticas". El orate les responde: "Y que lo diga. No sabe usted el esfuerzo que me ha supuesto escribir los 'Principia Mathematica'?". El propio Cubí advierte a un amigo sobre su prometida: "Esta joven tiene la amitividad pervertida. No le conviene". Y tal fue así: la novia se largó con otro? con Cubí precisamente. Traten de leer en voz alta la página 112, donde se describen los distintos grados de magnetización a que somete Pons a su amada. No pasen por alto el programa de los dos candidatos a presidir el Círculo Recreativo Borinqueño: "Anunció que, de ganar él, lo primero que haría sería ampliar la biblioteca y traer conferenciantes de fuera. El otro candidato prometió más billares y más bailes". El segundo no es que ganase: "Arrasó". Rían con los consejos amatorios de nuestro magnetista al marido de una mujer decaída: una cena, champán y "¿Recuerda usted aquellos versos de nuestro vate local? 'Cual Príapo ardiente la fortaleza toma?' " Corrección del interlocutor: "Perdone, creo que es Príamo, no Príapo". Conclusión sicalíptica de Dimas: "Bueno, para el caso da lo mismo". Todo menos sal gruesa, todo menos vulgaridad y ordinariez. Dimas Pons echa de casa a su hermanastro en unos términos que prometo usar desde ahora: "Si en adelante te inmiscuyes en los asuntos de mi madre o en los míos, o te atreves a amenazarnos, o pretender hacernos daño, juro que te magnetizo y te dejo sonámbulo para el resto de tu existencia". ¿Es, por lo tanto, una novela cómica y nada más? En modo alguno. Es la enorme riqueza narrativa e inventiva de Jorge Ordaz para plantearnos unas memorias vitales y contarnos mediante ellas casi un siglo crucial. Lo que ocurre es que nos las regala envueltas en la más delicada forma: humor de primera clase. De lectura inmediata.

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