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Esto no es un post de Facebook, es no ficción de grasabar

Sergio C. Fanjul se consolida como autor mayor intergeneracional en "La vida instantánea"

Esto no es un post de Facebook, es no ficción de grasabar

Aterriza el asturmadrilano Sergio C. Fanjul en los escaparates de otoño con La vida instantánea y uno no sabe si gritarle al árbitro que esa jugada era falta o sacarlo a hombros por las gradas, con una copa en forma de "like" entre los brazos. Dicen sus editoras de Círculo de Tiza, no Mark Zuckerberg, y el propio autor lo corrobora en el preámbulo, que el post de Facebook es también un género literario y que él podría ser su representante en la tierra. Vale. Como punto de partida es cierto que este montón de textos fue viendo la luz en las redes sociales, sin más intermediario que el click del "compartir ahora", a lo largo del año 2017. También, que Fanjul llegó a Facebook tras otras tentativas internetiles y que ahí encontró su zona de confort editorial. Supongo que juntar unas frases sin que medie encargo, plazo ni número de caracteres con espacio de por medio es el reposo perfecto del periodista freelance tras una jornada en las trincheras de la información. Txe Peligro, el superhéroe que se escondía detrás de Fanjul hasta que la propia red social le obligó a enmascararse con su avatar civil, justifica esa libertad de estilo, lo heterodoxo, lo misceláneo y lo heterogéneo como las virtudes del post frente a los corsés clásicos del género (literario). Lo que no dice el Peligro, fértil en ardides, es que esas características no son ni necesarias ni inmanentes en el post, pero sí otras. En lo formal, lo interactivo, la réplica del lector, los comentarios. En lo estructural, la falta de criterio, el botellón, el cuñadismo, la lapidación digital, la jauría, el teclear al sabor de la boca. Salvo el contador de "likes" en cada entrada, no asoma ninguna patita de lector-internauta en este volcado analógico. Sobre lo esencial del medio, él mismo enseña el truco cuando advierte que se esforzó en ofrecer "textos que no fueran simples chistes, anécdotas de bajo octanaje, reflexiones airadas o comentarios sin filtro", una artefacto literario que "trata de aportar un poco de cariño y dignidad". En otras palabras, todo lo que no es Facebook.

Fallido, pues, como libro fundacional de la "zuckerliterature" en castellano, el volumen justifica su existencia por otro camino. Como el que va a las Indias para abrir una ruta comercial y se encuentra un nuevo continente, uno lee La vida instantánea, se olvida de las redes sociales y certifica que la voz de Sergio Fanjul se ha empoderado y está aquí como nuevo autor mayor intergeneracional, capaz de reconciliar a lectores pollaviejas con los tardomillennials o, al menos, intentarlo.

Fanjul ha logrado eso tan difícil y tan anterior que decía el conde de Buffon de que "el estilo es el hombre" (puro heteropatriarcado francés del XVIII). Efectivamente, La vida instantánea certifica un universo propio, rico y contemporáneo en el que abundan, y el lector reconoce como prójimos, los grasabares, el Carrefour de Lavapiés, las señoras barriales, l@ trans, neologismos molones y barbarismos de todo pelo. Eso, por fuera. Por dentro, el peligrismo tiene otro tipo de audacias más profundas. Trata Fanjul de no escribir en vano, como cuando calla ante los atentados de Barcelona y confía, luego, en otra generación que no caiga en hybris al teclear en las redes. Intenta no afilar los puntos de vista, dudar con razón o dar pie a voces autorizadas. Deja caer su granito divulgador del astrofísico que llevaba dentro cuando dejaba atrás la Universidad y mezcla a clásicos y traperos sin despeinarse.

Más pistas. Dentro del género de la miscelánea al que pertenece este volumen, La vida instantánea contiene un poco de todo: Hay crónicas periodísticas del Madrid de ahora, columna de análisis político, literatura de viajes (México), novela animalista por entregas (el perro Dako) o microrrelatos maravillosos por fuera y por dentro como el de "Los señores-que-bajan-al-bar": "Los señores-que-bajan-al-bar (esto tal vez ellos no lo sepan) bajan al bar para restaurar la red de cuidados y solidaridad que el capitalismo salvaje ha destruido. De alguna forma, una forma machirula, se dan cariño y compañía. Y se echan una mano: yo los he visto prestarse dinero e intercambiar favores. Luego vuelven a su esquina de la barra metálica, con el palillo en la boca o salen a fumarse un purito". Por citar.

Hay otra cosa. Fanjul tiene sus filias, pero se permite ironizar con los dogmas del moderneo patrio y tomar partido sin ser parcial. "Acercándose al mundo sin soberbia ni escándalo", dice su tocayo Sergio del Molino en el prólogo. En unos tiempos en los que tanto juntaletras lucha por ponerse la camiseta y salir de titular a diario, es una bendición ver al Peligro quitándosela con desparpajo para salir al ruedo a pecho descubierto. Sin filtros y en tiempo real. Bravo.

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