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Arte

El taller de Giacometti

El Museo Guggenheim presenta una amplia muestra de uno de los mayores artistas del siglo XX

"Mujer cuchara", obra de Giacometti expuesta en el Guggenheim.

Alberto Giacometti (1901-1966), uno de los artistas más relevantes y cotizados del siglo XX, siempre se sintió muy suizo y, como tal, prefería los espacios pequeños que pudiera controlar, lo que pudiera abarcar con la mirada. Tuvo tres talleres en su vida: un diminuto y antiguo establo cercano al taller paterno en Stampa (Italia), una habitación en un hotel en Suiza y los apenas 23 metros de su estudio en París, cerca de Montparnase, donde prácticamente vivía. En este último escenario, a lo largo de 40 años, produjo casi toda la ingente obra que le convertiría en un semidiós en el arte y "marca" mundial, como Picasso o Dalí.

Doscientas de esas obras se han trasladado al Museo Guggenheim de Bilbao y es inevitable comparar su situación actual, al verlas repartidas en salas amplias, blancas, inmaculadas y sobre peanas diseñadas ex profeso para elevarlas a la categoría de tesoro, con la acumulación en el estudio de su padre, "un cuchitril", como lo definió su amigo y biógrafo, el escritor americano James Lord. La realidad es que no le hizo falta más porque, aunque tendía a menospreciar el trabajo de otros artistas , con especial fijación por Picasso, fue un grandísimo trabajador y la crítica más severa siempre iba dirigida a su propio trabajo. Lord cita una anécdota que desvela tanto sus celos hacia el malagueño como su sentido del humor: "Decía que a Picasso debían meterle en la cárcel. Cuando le conté que tenía dos retratos míos dibujados por él, la respuesta de Giacometti fue que eso debería bastarme para comprender por qué era un peligro público".

En Bilbao están ahora para deslumbrarnos obras maestras como La mujer cuchara (1927), de sus inicios cubistas; Hombre apuntando (1947), su récord de subasta en 2015 (148 millones de dólares), hasta ahora porque se esperan nuevos récords este mes en Christie´s neoyorquino; La bola suspendida (1930) o La mujer degollada (1932), por la que sentía devoción Dalí por su proximidad al surrealismo. La muestra del Guggenheim incluye también Las mujeres de Venecia, con la que participó en la Bienal de Venecia de 1956, uno de los mejores ejemplos de su retorno a la figuración. "las ocho centinelas de los muertos" las llamaba Jean Genet. El gato de su hermano Diego (1954), traslada al bronce la fascinación de Giacometti ante el felino que "pasaba como un rayo de luz caminando con su anatomía ágil y depredadora, entre multitud de esculturas y objetos todos muy cercanos en mi estudio, sin tocarlos nunca". También sucumbió, aunque de otra manera, a sus amigas y amantes.

Al final de la exposición, junto a la barandilla desde la que se divisa la imponente instalación de Richard Serra, La materia del tiempo, una diminuta figura de unos tres centímetros Hombre pequeño sobre pedestal (1945) nos hace pensar sobre las diferentes formas de expresarse el arte.

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