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 Juan Carlos Vázquez | Escritor

"Escribiendo he naufragado varias veces en un mismo día"

"Como autor primerizo, la literatura es ahora una gran aventura porque me enfrento a un mundo totalmente desconocido"

Juan Carlos Vázquez.

Juan Carlos Vázquez (Quirós, 1967) se llevó el último premio "Felipe Trigo" de novela con Los nombres de los barcos, "resultado de haber leído cientos de relatos sobre el mar y sobre navegantes, tanto reales como ficticios, y soñar con aportar algo mío también a esa gran tradición de literatura marítima".

- ¿Es la novela de un amante del mar y la pintura?

-¡Totalmente! La mar me tiene embrujado desde que tengo memoria. Mi madre asegura que me tiene obsesionado ya desde que era un bebé y la vi por primera vez en Gijón. Cuando de niño veía una vela que cruzaba el horizonte -que hace años en Asturias tampoco es que se vieran muchas- me imaginaba cómo sería ir a bordo de uno de aquellos veleros y me decía a mí mismo que en unos años, cuando por fin fuera mayor, alguien vería también desde la playa la vela de mi barco. En cuanto a la pintura, soy un dibujante autodidacta. Lo mío no pasa del trazo a tinta o a lápiz; nunca conseguí dominar el color ni la luz, y por eso admiro mucho a los genios que hacen que parezca fácil. Edward Hopper y Winslow Homer, cuyos cuadros sobre el mar son protagonistas de la novela, son sin duda dos grandes maestros.

- ¿Huellas de autores en su libro?

-En cuanto a literatura marítima, para mí el más grande es Conrad; también me han marcado relatos de navegantes como Moitessier o Vito Dumas, y obras contemporáneas del género como "El cazador de barcos" de Justin Scott, "Mar cruel" de Nicholas Monsarrat o la serie histórica de Patrick O´Brian que arranca con "Capitán de mar y guerra". Españoles, lamentablemente hay menos, pero puedo nombrar "Trafalgar" de Pérez Galdós entre los clásicos o, ya de nuestra época, "La carta esférica", de Arturo Pérez-Reverte. En cuanto a novelas de tierra adentro, me gustan muchos autores americanos de la primera mitad del XX, como Hemingway, Scott Fitzgerald o las historias crudas de autores como Burroughs o Bukowski, que no sé si hoy en día alguien se atrevería a publicar. También me interesan los escritores que navegan por el veril entre la literatura y el periodismo, como García Márquez, Tom Wolf, Truman Capote, el propio Hemingway o la reciente premio Nobel Svetlana Alexievich, a la que he descubierto hace solo un par de años.

- ¿Enfrenta la literatura como una gran aventura?

-Como autor primerizo, la literatura es ahora para mí una gran aventura porque me enfrento a un mundo totalmente desconocido. Navego por aguas inexploradas y tengo que ir trazando mis cartas sobre la marcha, con sentido común y con el consejo de quienes tienen experiencia. Como lector, las mayores aventuras de mi vida me las han regalado los libros. ¡Y encima están al alcance de cualquiera! Cuando alguien me habla de algún futbolista que gana millones de euros y que vive una vida de lujo y opulencia, para que no me corroa demasiado la envidia siempre me imagino que el tipo en cuestión no es aficionado a la lectura y me digo: "Por mucho dinero que tenga, este pobre hombre jamás podrá estar en una de las fiestas del Gran Gatsby. Yo sí".

- ¿Hubo colisiones de inspiración?

-Muchas. Después de escribir "Los nombres de los barcos" me acuerdo mucho de esos autores que dicen que se sientan frente al teclado y el texto fluye como la corriente cantarina de un arroyo por el Desfiladero de las Xanas en primavera. Y entonces me siento muy obtuso.

- ¿Planifica mucho la navegación?

-Parto de un esquema bastante básico. Trazo la trama principal y los rasgos que más caracterizan a los personajes protagonistas, pero después la historia cobra vida propia y se van puliendo los detalles. Surgen cambios y casi siempre para mejor. Es como una pintura al óleo: primero se trazan unas líneas a carboncillo, luego los pinceles más gruesos definen la escena y los más finos perfilan los detalles al final.

- ¿Se siente como un náufrago en una isla desierta cuando escribe?

-Escribir es un ejercicio de soledad, pero hay unos pocos momentos de gracia en los que la historia te envuelve, consigues meterte dentro y la sientes como algo muy real, donde además eres tú quien decide lo que va a pasar. Es maravilloso, solo que cuando ocurre eso, sé que esa noche no pegaré ojo.

- ¿El libro le salió viento en popa o se le fue a la deriva alguna vez?

-Hubo ocasiones en que avanzar con la historia era como chocar contra un muro de hormigón. Aprendí que en esos momentos lo mejor es dejar reposar al texto y esperar a que cambie el viento. Y que si tienes paciencia, al final cambia.

- ¿Corrió riesgos de naufragio?

-Escribiendo he naufragado varias veces en un mismo día; en el mar me ha tocado vérmelas dos veces con un temporal, una en el Mediterráneo y otra en el Cantábrico, pero el barco venció las dos veces. He hablado con gente que sí que ha naufragado de verdad y es algo que marca para siempre.

- ¿Qué le enseñó el mar que no haya aprendido en tierra?

-Una cosa tan sencilla como importante: que pese a todo lo que nos creamos somos muy pequeños. La mar seguirá rugiendo muchos millones de años después de que el ser humano se haya extinguido como especie. La Gran Muralla China no es mucho más que el castillo de arena que hace un niño cuando baja la marea baja y que en seis horas ya no existirá.

- ¿Un escritor es capitán o remero?

-Hay que remar mucho, pero si no trazas el rumbo y si no tomas decisiones, es imposible llegar a puerto.

- Devoto del mar? ¿cuán hondas son sus raíces asturianas?

-Mis raíces son totalmente asturianas, pero curiosamente más de la montaña que del mar. Nací en Quirós como mi abuela; mi madre, de Proaza, y mi padre, de Riosa como los suyos. Aunque la vida me llevó de niño a León, nunca me he desarraigado de Asturias, y eso es algo por lo que estoy muy contento. Nacer en un sitio o en otro no tiene ningún mérito, pero yo he tenido suerte. Las cosas como son.

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