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Halfonianas

Biblioteca bizarra, seis piezas de un escritor adictivo por su prosa y por su mundo

Eduardo Halfon.

Hay escritores adictivos. Algunos lo son por su prosa. Otros, por su mundo. Unos pocos, en el colmo del placer, por su prosa y por su mundo. Este doble privilegio es el que experimento al leer a Eduardo Halfon, autor empeñado en probar que no debe medirse nunca la importancia de un libro por su tamaño y habituado a mostrar que a los escritores capitales les convoca casi siempre un único tema. En efecto, cada pieza de Halfon es una cápsula breve pero eficacísima en torno al asunto de la memoria familiar, esa que el escritor guatemalteco escruta e interroga con paciencia de forense y escrúpulo de némesis. Títulos como El boxeador polaco, Monasterio, Duelo o el impecable e impagable Signor Hoffman, uno de los grandes textos en español del decenio en curso, abundan en esta ruta donde la economía de medios no está reñida con el impacto emocional ni con la estatura argumentativa.

Biblioteca bizarra conforma una entrega algo distinta a las que Halfon nos tiene habituados, aunque al tiempo es Halfon cien por cien, un destilado de su arte puesto al servicio de otros territorios (el encargo editorial, el reportaje colectivo, la crónica periodística) en los que acaba por asomar el motivo que infunde coherencia a su obra: la indagación en el pasado para responder a la pregunta por la propia identidad. Seis textos, seis halfonianas, conforman este volumen que la exquisita editorial Jekyll & Jill pone a nuestro alcance. El que da título al libro es un recorrido personal, con ecos de Alberto Manguel, por distintos modelos de biblioteca; "Los desechables" es una emocionante descripción de lo que la literatura puede otorgar a quienes lo han perdido casi todo, en este caso los toxicómanos de un centro de rehabilitación de Bogotá, y de lo que, inesperadamente, estos supuestos parias pueden regalar a quien llega a ellos con una vida en apariencia ordenada y útil; "Halfon, boy" es un muy elocuente discurso en torno a la paternidad, uno de los temas centrales en la obra de Halfon, sólo que contemplado aquí desde la óptica de un Halfon padre, y no de un Halfon hijo, que era hasta la fecha la que mejor conocíamos; "Saint-Nazare" sirve de prólogo a un libro colectivo sobre Chéjov y constituye la pieza menos redonda del conjunto, en especial si se atiende a las dos que lo clausuran: "La memoria infantil", un brillante recorrido por las plausibles narrativas del recuerdo, y "Mejor no andar hablando demasiado", un texto necesario a propósito de lo que implica ser escritor (y significarse por ello como conciencia crítica) en un lugar tan delicado como es Guatemala.

Pavese advirtió que, si vivir es un oficio, el escritor es el oficinista por antonomasia. Estas seis piezas de Halfon redundan en esa lección y amplían el abanico del mérito de un autor cuya importancia no deja de crecer con los años y cuya poética encaja como un guante en el bendito consejo de Gracián: "Más valen quintaesencias que fárragos".

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