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JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ | autor de "Mamá"

"Todo lo que rodea a 'Mamá' es azaroso y mágico"

"El libro tuvo tanto éxito en América y en España porque la épica emigrante había sido barrida bajo la alfombra"

Jorge Fernández, de niño, con Carmina.

Mamá ha vuelto a casa. El libro del periodista y escritor Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960) sobre su madre asturiana se reedita en España 16 años después de su clamoroso éxito.

- Siente que "Mamá" le "sigue agarrando la mano"?

-Sí, ese es el final del libro. Y es una metáfora real de lo que sucedió a lo largo de toda mi vida. Hoy mi madre, lamentablemente, está perdida en la niebla de la desmemoria. El Alzheimer es una enfermedad cruel. Uno le habla de cosas entrañables, pero no alcanza a percibir si realmente las comprende. Es toda una paradoja que su memoria doliente y completa se esté republicando precisamente ahora en España. Todo lo que rodea este libro es azaroso y mágico. Comenzó de casualidad, cuando una depresión la envió al siquiatra, y cuando descubrí que contándole su historia de vida mi madre hacía llorar a esa profesional de las calamidades. El libro se escribió para la familia. Y luego se publicó accidentalmente y se convirtió en un fenómeno editorial. A lo largo de estos 18 años ha tenido lectores impresionantes: Serrat, Millás, Pérez-Reverte, Juan Cruz, Almudena Grandes y tantos otros.

- Su madre, muy guapa por fuera, ¿y por dentro?

-Era muy guapa. Y también una mujer herida, con un dolor interno que no podía calmarse. Siempre me dijo: quieres ser un escritor de aventuras, pero solo podrás escribir el día que cuentes la aventura de tu madre. Era también clarividente, con una intuición política y periodística impresionante. Aún en estos momentos de desmemoria aguda, muchas veces quiere regresar a Almurfe (Belmonte de Miranda), el pueblo donde sucedió todo y de donde partió para siempre.

- ¿Qué pasó once años después?

-Cuando se publicó el libro fue un terremoto. Vinieron directores y productores de América, de España e incluso de Hollywood. Querían filmar a toda costa su vida. Nos llegaron a ofrecer 350.000 dólares por los derechos. Pero ella se mantuvo firme: no quería que la intimidad de la familia fuera arrojada a la manipulación del cine. El libro tuvo tanto éxito en América y en España porque la épica emigrante había sido barrida bajo la alfombra. En la Argentina, porque los españoles querían ser rápidamente argentinos y olvidar el pasado de penurias. Y en la sociedad española, tal vez ebria de prosperidad, porque fue olvidando la gesta de aquellos hombres y mujeres que tenían por religión la lucha. La lucha por el progreso. Aquellos emigrantes del hambre y de la guerra formaron una comunidad de valores virtuosos, que no conviene ni a muchos dirigentes políticos argentinos ni a varios políticos actuales españoles. La gente cree que la prosperidad y la libertad están garantizados, que no se debe luchar por ellos. Aquellos emigrantes no han caído nunca en esa peligrosa anestesia.

- ¿La lectura de "Mamá" es hoy distinta?

-Mira, creo que lo es principalmente porque la palabra "emigración" tiene hoy una nueva resonancia, y está instalada en la agenda caliente de la política. Los españoles fueron emigrantes, y su gesta ilumina el presente: cuestiona nuestro punto de vista y nuestro modo de vida. Esta emigración es un capítulo glorioso e ignorado de la historia española.

- ¿Qué descubrió de su abuelo "desalmado", José de Sindo, "el hombre que había desatado la tragedia?

-Después de publicar la primera versión de "Mamá", aparecieron testigos nuevos, e incluso yo mismo pensé en escribir un libro sobre José de Sindo, genial ebanista que abandonó a toda su familia. Varios directores de cine me decían: "Qué gran malvado, qué gran personaje, quiero saber más de tu abuelo". En el nuevo texto, cuento algunos mis descubrimientos, donde se puede ver que mi abuelo además de una lado condenable, tenía rasgos heroicos y altruistas. Una sorpresa para todos. Y la confirmación de que un héroe puede perpetrar grandes canalladas, y un canalla, hechos heroicos.

- ¿Ha logrado espantar su fantasma?

-El fantasma de José de Sindo sigue presente en mi familia, se bromea con él en las sobremesas. Es una presencia permanente. Yo, sin embargo, estoy en paz después de mucho tiempo con ese gran malvado.

- ¿Los genes de carpintero le han ayudado como escritor?

-Mi madre siempre sostuvo que había heredado de José de Sindo la pulsión por el arte que precisa todo todo gran ebanista.

- ¿Hay enigmas en las familias que es mejor no resolver?

-Cuando entrevistas, con rigor, cincuenta horas a tu propia madre, descubres cosas perturbadoras que no hubieras deseado saber. Pero que, una vez sabidas, son sanadoras. Yo descubrí, por ejemplo, que mi querido tío abuelo perseguía secretamente a mi madre para violarla.

- Su abuelo reía a veces, y callaba casi siempre. ¿Encontró las razones de lo primero y los motivos de lo segundo?

-Mi familia se divide en sufrientes y gozantes. Y algunos somos una mezcla de ambos. José de Sindo era un gozante absoluto, subversivo. A la vez, había callado su participación en la guerra, sus días oscuros de metralla y de barro. Pertenecía al bando de los perdedores, era un republicano. Jamás nos contó nada de aquellas batallas.

- Cuando terminó "Mamá", ¿ya sabía que algún día tendría un nuevo epílogo?

-No, no lo sabía. Pero la vida continuó, y los personajes (mis parientes) seguían produciendo acontecimientos desgarradores, curiosos o simpáticos. Y no pude menos que seguirlos. Por eso escribí "Once años después", para mostrar adónde fue cada uno de ellos.

- Gozantes o sufrientes, ¿en qué categoría se coloca usted?

-Soy un sufriente que fue aprendiendo a gozar. Fue un camino difícil y empinado. Porque fui criado para el sacrificio y la abnegación.

- ¿Por qué 'Mamá' se convirtió en la Cenicienta de los libros?

-Lo escribí para mis hijos y para mí mismo. Pero Gloria Rodrigué (de la mítica familia que editó "Cien años de soledad") me pidió el original y fue leyéndolo en un viaje a Uruguay. Dice que se le caían los papeles y que lloraba y lloraba. Al llegar a Punta del Este llamó. Quería publicarlo. Lo hizo en una pequeña edición, para no correr muchos riesgos. Pero en 24 horas tuvo reimprimir, y en las otras 48 horas pasó lo mismo. Y el libro ya lleva más de 200.000 ejemplares. Nadie, ni mucho menos yo mismo, imaginaba algo así.

- ¿Cómo fue su relación con Hollywood?

-Un productor me decía: en el guión que haremos, hay que dramatizar todo. Tu tío abuelo tiene que violar a tu madre; tu padre en lugar de enfadarse tiene que golpear a Carmina. Lo frené y le dije: "Estás hablando de mis padres, que están durmiendo la siesta a seis calles de aquí. No puedo permitírtelo". Me confirmó los peores presentimientos de mi madre. Es por eso que la película no se hizo ni se hará.

- ¿Qué cambió la muerte de Marcial?

-En el largo texto que he añadido cuento, en efecto, su muerte. Que también se relaciona con Asturias. Porque él, junto con otros muchos compañeros, trabajó como dinamitero abriendo túneles para el ferrocarril. Lo obligaban a trabajar sin mascarillas ni cuidados, y contrajo una silicosis. Esa enfermedad fue la que finalmente lo mató. Muchas décadas más tarde, lo operaron exitosamente del corazón, pero jamás pudieron despertarlo, porque los pulmones del viejo dinamitero no podían tomar el control. Estuvo 33 días en terapia intensiva y cuando murió fue un sacudón muy fuerte para todos nosotros, principalmente para mí.

- Nostalgias y armisticios, ¿eso es, en gran parte, la vida?

-Marcial, mi padre, era camarero de un café de Buenos Aires. El esperaba que yo fuera abogado, médico, ingeniero. Cuando supo que yo quería ser escritor pensó que quería ser vago. Confundía la literatura con la vagancia. Y me dio literalmente por perdido. Estuvimos siete años en los que apenas podíamos comunicarnos. Pero a los 25 años yo ya era redactor de sucesos, y escribía una novela negra por entregas en el periódico. Fue entonces cuando una tarde, Marcial me llama a la redacción, algo que nunca hacía. Yo creí que había ocurrido una catástrofe, pero no. Mi padre quería saber cómo seguía la novela por entregas, para poder anticiparles lo que sucedería a todos los parroquianos de su café. Me saltaron las lágrimas al descubrir eso. La literatura, que nos había separado, no volvía a unir. Ambos decidimos, efectivamente, amnistiarnos.

- ¿Qué le preguntaría a su abuelo si lo tuviera delante?

-¿Por qué abandonó a su familia? ¿Qué sucedió en su misterioso viaje a Cuba? Tantas cosas?

- ¿Qué le viene a la cabeza cuando recuerda su primera visita a Asturias?

-La primera vez fue en 1968. Yo tenía ocho años, y mi hermana María del Carmen tenía tres. Carmina nos trajo en barco. En el puerto estaba María del Escalón, su madre, que la había enviado a la Argentina prometiéndole que toda la familia la seguiría (cosa que nunca ocurrió). Ese reencuentro, a los gritos y llantos en el puerto, fue algo tremendo. Inolvidable. Luego recuerdo principalmente Almurfe: vivimos cinco meses allí. Y a veces sueño que estoy con mis primos Jose y Concha en esa carretera. Son recuerdos míticos.

- No se prodiga en Asturias. ¿Sigue habiendo algo que le inquieta?

-Por mi trabajo de periodista y de escritor, tengo una intensa relación con España. Y últimamente, vengo con una agenda agotadora y los días contados. Yo no puedo ir a Asturias 48 horas. Demasiada historia, demasiada familia, demasiados recuerdos. Necesito diez días, por lo menos, y mi actividad en la radio (Mitre), en el periódico ("La Nación"), en la Academia de Letras Argentina y en la escritura de mis novelas me lo impiden. Esta vez vine, entre otras cosas, para integrar el jurado en el premio de novela de Alfaguara. Pero añoro Oviedo, donde estuve hace dos años?

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