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ROGER WOLFE | Poeta

"Lo peor del malditismo es que no es eficaz"

"Siento más simpatía por los 'chalecos amarillos' que por aquellos hijos de papá que lo tenían todo en Mayo del 68"

Roger Wolfe.

Roger Wolfe (Westerham, Kent, 1962) vive en España desde su infancia. Inglaterra por Alicante. Asturias fue uno de sus escenarios vitales. En 1986 pubicó su primer libro, "Diecisiete poemas". Novela, poesía, relato y ensayo alimentan más de 25 obras, a los que se suma ahora la antología La poesía es un revólver apuntando al corazón. Apuntamos...

- ¿Llegar a España en 1967 fue profético?

-No había pensado en que, efectivamente, el año siguiente fue el de la "apoteosis libertaria", que terminó luego como el rosario de la aurora... ¡El Mayo francés! En Francia, como sabemos, son muy dados a estos "calentamientos". A mí los acaloramientos de las masas populares no me agradan demasiado, porque son muy peligrosos (la masa desatada tal vez sea lo que más pánico me da)...; pero la verdad es que siento bastante más simpatía por los "chalecos amarillos" de reciente -y corriente- actualidad que por aquellos hijos de papá que lo tenían todo, en el 68, y a los que todo lo que tenían no les bastaba... Yo me remito a Pasolini (nada sospechoso de simpatizar con el sistema establecido), que en su momento les dedicó un poema extremadamente crítico, en el que les recordaba a aquellas turbamultas de niños ricos que los verdaderos oprimidos -paradojas de la vida- eran quienes, para más inri disfrazados de bufón, se veían obligados a reprimirlos a mamporros para poder ganarse el sueldo.

- ¿El mundo bien merece otra mirada?

-Sí. Merece largas y muy profundas miradas... El mundo tenemos que hacerlo nuestro, a través de la mirada (¡y el oído!). La mirada y el oído de la poesía, por ejemplo.

- ¿Por qué acabó en Asturias? ¿Cómo es su relación actual?

-Me trasladé allí en 1983, como profesor de inglés, tras mandar mi currículum a la Academia ALCE (de Soledad Valles Fernández, ¡en activo todavía!) y ser aceptado para el puesto docente que dicho centro de idiomas ofrecía. Fue puro azar. No había subido hasta más arriba de Madrid -en dirección noroeste- en toda mi vida. Y para Oviedo me fui, desde Alicante, en mi viejo Austin 1100... El resto es historia (¡particular mía!). Vivo en Madrid desde hace veinte años, pero aún voy de vez en cuando a la dulce y verde, y deliciosa, tierra asturiana. ¡Me unen a ella vínculos muy íntimos! De una intimidad metafísica y medular.

- ¿El realismo sucio viste ahora de etiqueta?

-Yo siempre animo a la gente a que recuerde cómo vestía William Burroughs...; posiblemente, el escritor más explosivo y "desagradable" (¡cuidado con esas comillas! ¡Que no se las coman los duendes de imprenta!) del siglo XX... Era un perfecto "caballero dinamitero". Los dulces amargos hay que envolverlos en papeles de plata.

- ¿Contra qué o quién dispara "La poesía es un revólver apuntando al corazón"?

-Te citaré un brevísimo poema mío, que va en la misma línea -de certera flecha- que ese título de la antología que acabo de sacar en Aguilar: "La poesía: / una ballesta. / Y en el punto de mira, / un corazón". La poesía debe sacudir las emociones apelando a la inteligencia. ¡Atención! Primero, la inteligencia; después, la emoción. César Vallejo es una de las claves. Y también el Ramón Irigoyen que dijo: "Un poema si no es una pedrada / -y en la sien- / es un fiambre de palabras muertas...". Hablamos en metáfora, por supuesto. La diana es la sien del corazón.

- ¿Qué cosas se pregunta hoy Roger Wolfe?

-No ceso de hacerme preguntas, de interrogarme una y otra vez. Y las preguntas son casi siempre las mismas. A veces pienso que ya tengo, desde siempre, las respuestas. Otras veces pienso que nunca encontraré ninguna; cosa que en realidad viene a ser lo mismo, porque tal vez no haya respuestas. Buscarlas es un ejercicio de futilidad; pero las preguntas pueden ser también un ejercicio, de investigación, verdaderamente fascinante, y catártico, que te redima -como decía Goethe- a través del dolor.

- ¿Le siguen fascinando las ruinas industriales?

-Sí. Me fascina todo aquello que en su propio acabamiento sigue, por así decirlo, vivo. Nada nace ni muere; todo se transforma. El universo es una ruina en marcha. Todos sucumbiremos a la inapelable ley de la entropía.

- ¿Sigue fumando y bebiendo como en los buenos tiempos?

-Beber ya no bebo desde hace veintidós años. Fumar... ¡Ah! ¿Cómo vivir sin el bálsamo divino del tabaco? ¡Líese la fina hebra, con buen papel! ¡Encuéntrese el adjetivo! Fumando se espera a los dioses.

- ¿Prefiere la poesía entre paréntesis o con puntos suspensivos?

-Me gusta mucho el paréntesis. Los puntos suspensivos -tan celinianos- son también un justo recurso, que sabiamente administrado puede encarrilar el discurso hacia la meta mental del cerebro del lector.

- ¿Hay poetas con signos de exclamación y poetas con signos de interrogación?

-Casi todos los poetas exclamamos e interrogamos. También vivimos en cursiva, y en negrita. Y a veces -¡demasiadas veces!- nos "sangran", como a los párrafos.

- ¿Cómo se lleva con los artistas que llevan pose de artista?

-Es una subespecie que más o menos desconozco, a nivel personal. Ahora bien: todo artista tiene algo de "posante". Casi es necesario que así sea. Artista es personaje. Todo depende de lo que luego diga, y cómo sepa decirlo, ese personaje.

- ¿El malditismo ya no es lo que era?

-Yo dije una vez que "el malditismo son las lentejas sin chorizo"... No poder pagar el alquiler... Lo peor del malditismo es que no es eficaz; y te destruye. Ya lo afirmó Leopoldo María Panero: "Quise reírme de España, y al final, España se ha reído de mí". Pensar que el drama personal de uno es más importante que el drama personal de cualquier otra persona -que el drama, en general, de cualquier ser humano- es un ejercicio de petulante soberbia que en ocasiones se paga muy caro. Y recordemos: la sensatez puede ser, a veces, la máxima expresión de la transgresión.

- Poetas de internet que tienen colas de adolescentes para firmar en las ferias del libro? ¿cómo le deja el cuerpo?

-Me parece cojonudo. Me deja el cuerpo fetén. ¡Y les deseo que a ellos se lo deje igual, o incluso -seamos generosos- todavía mejor!

- ¿De qué le ha salvado la escritura?

-De mí mismo.

- ¿Se reconoce en sus primeros libros?

-Sí. Como en las fotos de cuando era un niño que se parecía mucho a Guillermo Brown.

- ¿Habría menos escritores si no sirviera como herramienta de seducción?

-Seguramente. Pero al final solo quedan los que estaban comprometidos con el recorrido completo, hasta el final. Los otros se van cayendo y descolgando por el camino.

- "Escribo para gente que no tiene otro sitio en que caerse muerta que la superficie de un poema". ¿Sobre qué poema le gustaría morir?

-Un drama histórico de Shakespeare. ¡Clamando por un caballo! Con las botas puestas, siempre. Por supuesto.

- ¿El cinismo le protege o le debilita?

-No soy cínico. El cinismo me parece una cosa despreciable. Soy irónico, a veces -como buen inglés-, y humorístico casi siempre. También es verdad que todo aquello, como decía Nietzsche, que no me mata, me hace más fuerte. Y hasta este momento, nada ha conseguido acabar conmigo. Avanti! Con entusiasmo. Que es la gasolina vital.

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