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Música

¿Falta de oportunidades?

La continua queja, especialmente de los cantantes españoles, por su escasa contratación

De manera muy reiterada muchos músicos españoles, especialmente cantantes, y sus agentes se suelen quejar de que los circuitos españoles no les contratan en los teatros y temporadas de nuestro país. La demanda de un seguimiento de los solistas autóctonos por parte de los programadores artísticos es justa pero las reclamaciones no se adaptan exactamente a la realidad. Basta ver los números que se manejan y darse una vuelta por las temporadas para comprobar que la realidad no es la foto fija que se pretende colocar como fidedigna.

El resquemor viene por otro lado y se utiliza la generalización para no plasmar lo que en realidad se quiere denunciar. El problema del muro a los cantantes españoles en roles solistas no radica en las temporadas líricas del conjunto del país. Está en dos coliseos concretos, en Madrid y Barcelona, y algún otro ejemplo adyacente. Pero esto nunca se explicita de forma categórica quizá por miedo a que luego se bloqueen las opciones de futuro de un cantante determinado o por otras razones que desconozco. Y, de esta forma, la táctica es socializar la propuesta, hacerla extensiva a los más diversos ámbitos y así se enturbia a un colectivo de manera general sin discriminar a quien sí tiene en este ámbito una praxis adecuada.

Voy a circunscribirme al ejemplo asturiano que creo es significativo y que jamás ha tenido el menor reconocimiento por parte de los que tanto protestan por la falta de contratos. En la temporada de ópera de Oviedo los cantantes españoles siempre han sido contratados de manera asidua. De hecho, se encuentran, de lejos, entre los que más veces han repetido en el teatro Campoamor. No digamos nada del Festival de Zarzuela que lleva más de un cuarto de siglo haciendo contrataciones a cantantes españoles en un porcentaje bien cercano al cien por cien. De idéntico modo, el porcentaje de contrataciones artísticas que efectúan nuestras orquestas sinfónicas o los propios ciclos de conciertos, no es menor. Si se analiza territorio por territorio se puede ver que la presencia de cantantes y de otros músicos es continua en teatros de mayor o menor entidad y en formaciones sinfónicas a lo largo del país. Lo que no se puede pretender, porque esto no existe en el ámbito artístico, es tener la exclusividad porque la música es una actividad sin fronteras y sólo la excelencia y el talento son los que, al final, marcan y definen carreras. Desde luego que también hay otros factores al margen, e intereses creados por discográficas o diferentes agencias con más poder, pero eso ya es otro debate al margen. El problema de los artistas con dos o tres sitios concretos no es justo que se extrapole al resto. Es indudable que existe un malestar focalizado hacia los grandes teatros; si bien es cierto que para resultar creíbles mejor sería que reconociesen a quien lo está haciendo bien en vez de culpabilizar al sector en su conjunto. Conviene en las acusaciones poner nombres y apellidos y no soltar tinta de calamar para camuflarse de las mismas. Al final pagan justos por pecadores, y el resultado de las queja es baldío. Otro tema, y más complejo, es la incapacidad del sector para ejercer presión como tal y organizarse. Frente al cine o al teatro, el mundo musical español no tiene demasiadas estructuras que velen por su desarrollo. El individualismo perjudica a todos. Pero eso ya, es otro debate.

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