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Autobiografía

Duerme todo salvo el miedo

El itinerario vital y literario de Herta Müller

Duerme todo salvo el miedo

En el año 2009, con motivo de la concesión del Premio Nobel a Herta Müller (Nitzkydorf, Rumanía, 1953), el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, en colaboración con el Goethe-Institut, organizó una exposición de fotografías y documentos que daba cuenta del extraño itinerario que había llevado a una niña que cuidaba vacas en un valle rumano alejado del mundo hasta el Ayuntamiento de Estocolmo. En la inauguración, la propia autora, una mujer menuda, de una delgadez extrema, piel muy blanca, pelo negro, ojos azules, vestida de negro integral, leyó un texto inédito titulado "Siempre la misma nieve y siempre el mismo tío" en el que subrayaba su doble condición de exiliada. Por un lado, la extrañeza de la propia lengua al pertenecer a una minoría alemana dentro de Rumanía, su condición de escritora rumana en lengua alemana, como Paul Celan y Oskar Pastior; por otro, el exilio físico iniciado en 1987, cuando logra salir de Rumanía huyendo del régimen de Ceaucescu y se instala en Berlín. El volumen que ahora publica Siruela integra ese texto en un conjunto que explica de primera mano la dureza y el absurdo de ese itinerario marcado por las corrientes totalitarias que se han ido cruzando en su camino: el nacional-socialismo, los campos de trabajo forzados soviéticos y el régimen de Ceaucescu.

Herta Müller ordena los textos incluidos como secuencias autónomas de una autobiografía que comienza con su pertenencia a una comunidad de origen suabo instalada en Rumanía hace más de dos siglos y que apenas cuenta con 250.000 habitantes. Un pueblo venido a menos en lo económico y en lo moral: "No soportamos a los demás ni nos soportamos a nosotros mismos y los otros tampoco nos soportan". Así lo sentencia en su primer libro, titulado En tierras bajas, motivo del primer disgusto con sus compatriotas del Bánato, que la tacharon de "pájaro que ensucia su propio nido", además de otras expresiones menos elaboradas, como "puta" y "bruja". Comienzan también los problemas con el régimen de Ceaucescu, cuyos servicios secretos la declaran enemiga del Estado por su traición al mundo rural e inician una persecución sin tregua que continúa durante sus primeros años en Berlín. En tierras bajas narra una historia de regresión permanente y de incomunicación que empieza por la vida familiar y continúa en las relaciones de los individuos con el Estado. La cobardía y el control serán las claves de una existencia comunitaria en un pueblo en el que toda la gente vive como en un tiempo pasado. A los 15 años se va a estudiar el bachillerato a Timasoara y leerá por primera vez los poemas de Paul Celan con un profundo sentimiento de vergüenza al reconocer su coincidencia de origen y que su padre, como la mayor parte de la minoría alemana del Bánato, había sido ferviente seguidor del nacional-socialismo de Hitler. Lo vivido desaparece en el tiempo y vuelve a aparecer en la literatura. Los sentimientos comienzan a reconstruir el pasado, porque los daños son, y nunca dejan de ser, una forma de vínculo: necesarios, vehementes e inmisericordes.

Herta Müller consolida una idea del ser humano molesta para cualquier sistema totalizador: "Lo que vive es el individuo. En cuanto a lo personal, son los individuos y, en cuanto a los objetos, son los detalles lo que cuenta. Sin detalles y sin individuos no hay verdad". Nada más alejado de la realidad que le toca vivir una vez instalada en Bucarest, hasta el mínimo resquicio de privacidad queda registrado por el control del régimen con un micrófono instalado en cada habitación de su casa. Tras completar sus estudios, trabaja como traductora en una fábrica de tractores y comienza una pesadilla de atosigamiento sin éxito para que se convierta en espía del régimen.

Herta Müller ha narrado la vida cotidiana en Rumanía en base al correlato: "Para ser preciso en las descripciones hay que encontrar algo distinto por completo, porque de lo contrario es imposible ser preciso". Rumanía es entonces un país en el que no funciona absolutamente nada y la gente se las ingenia para buscar soluciones de emergencia, puras improvisaciones que superan lo corriente, que se convierten en algo inverosímil, cercano al surrealismo. Un país entero obligado a echarle imaginación a los objetos y a los mecanismos de todo para salir adelante. Es decir, a componer. "Y de ahí a hacer lo mismo con el lenguaje no hay nada".

Integrados en la secuencia fragmentada de su autobiografía, el volumen incluye las lecturas que le acompañaron en ese tránsito para intentar saber por dónde desaparece la normalidad cuando el absurdo lo invade todo sin remisión. Además de los poemas de Oskar Pastior, que tendrán una incidencia fundamental en su formación, dedica, entre otros, sucesivos capítulos a Canetti y a su lectura de Acontecimientos de la irrealidad inmediata de M. Blecher, desapercibido cuando se publicó en 1936 y que, muy en la línea explorada posteriormente por la propia Herta Müller, establece que el saber es una vía trazada con el cuerpo. Y termina con un homenaje a las canciones populares adaptadas por Maria Tänase, porque Herta Müller conoce muy bien la experiencia de cantar en un momento extremo: "Cantar no significa no tener preocupaciones, sino todo lo contrario".

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