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Arte

Paredes y el hombre habitado

Un marco de geometría aplastada y perspectiva perversa para la visión de un delirante universo en animación caótica

Obra de José Paredes.

No sé si José Paredes, uno de los contados pintores asturianos nacidos en Oviedo que han destacado en el arte asturiano en las últimas décadas, seguirá negando ser surrealista. Lo hizo hace algún tiempo, insistiendo en que su obra no es producto del subconsciente, ni de la ensoñación, el azar o el automatismo, sino de un trabajo plástico muy consciente y meditado, lo que por otra parte también podrían decir no sé si todos los maestros de la tendencia, aunque tanto ellos como sus críticos apelasen tanto a paranoias más o menos alucinatorias y al escritor Paul Eluard, a quien Dalí quitó la mujer, Gala, gustase de presentar al pintor asistiendo al nacimiento del cuadro, como un espectador. Sea como fuere, lo cierto es que la obra de José Paredes pertenece al surrealismo, tan poco frecuentado en Asturias, y así ha sido incluso cuando, por ejemplo, llevó a la gran exposición colectiva "Entre arte II" en el Revillagigedo, en el 2007, aquellas pinturas tan hermosas, "Los peces de Klee" y "Las flores del mal", homenaje a Klee y Baudelaire respectivamente, que eran de sentimiento y dicción simbolista, porque Klee y Baudelaire, como Moreau u Odilon Redon abrieron la puerta del surrealismo aunque luego naciera de los restos del Dadá.

Y, por citar otro ejemplo, también era surrealista otra imaginativa y deliciosa serie de obras de pequeño formato que expuso en el Museo de Bellas Artes, "Olimpo de copógrafos" en 2010, exquisito descenso al art povera, con una estética del desperdicio reciclador convertido en sugestivas elaboraciones plásticas de minucioso preciosismo. Pero lo que el aficionado al arte recordará más de su trayectoria supongo que será su serie de Los Polígonos, mantenida bastante tiempo y renovada con interesantes evoluciones: aquellos inmensos espacios ocupados por enigmáticos restos de construcciones o seres metálicos medio destruidos como en siderales restos de un antiguo planeta o meteorito. Espacios desolados pero no tan reiterados como los de Tanguy, por hablar de otro surrealista de ilimitadas y extrañas soledades.

La actual exposición de José Paredes, que titula Espacios de incertidumbre y yo llamaría El hombre habitado, es una prueba más de la versatilidad creativa de José Paredes, de su conocimiento y dominio de los elementos plásticos y de su acusada personalidad en la creación de la forma y en el uso del color. La figura humana, abstracciones arquitectónicas, vegetales, animales y objetuales, una perspectiva perversa y el aplastamiento de la geometría, crean un distorsionado y extraño contexto delirante como marco, ambiente y morada de un hombre. Cabría citar aquí una de las definiciones de André Bretón sobre el surrealismo: un vertiginoso descenso hasta nosotros mismos. El hombre no habita, es habitado en profunda disociación por una visión que borra los límites entre el yo y las demás entidades de su entorno con las que comparte un espacio en misteriosa animación de lo caótico. Imaginativo, subjetivo, excelente dibujante, personalísimo pintor y colorista, José Paredes inventa ahora un ambiguo y grotesco universo de pesadilla, que podría ser del gusto de Klee, tan interesado por las imágenes misteriosas, en sus obras o en las de los enfermos mentales, y a quien Paredes admira especialmente. En cualquier caso, un inteligente divertimento plástico, porque el artista, sabiendo que el mayor problema de la pintura son las relaciones espaciales, decide plantearse el espacio a su manera.

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