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Arquitectura

Manuel Gallego, Premio Nacional

El reconocimiento a la depuración y sobriedad del arquitecto

Manuel Gallego Jorreto.

Conocí la obra de Manuel Gallego por vez primera en Valencia, de la mano de José María Lozano. Allí, donde yo estudiaba, habían organizado un simposio sobre arquitectura gallega. y estaban también Pascuala Campos, César Portela, Iago Seara...

Manolo Gallego enseñaba urbanismo en la Escuela de la Coruña, pero, para mí sobre todo enseña construcción y Arquitectura con mayúsculas en todas sus obras. Es uno de los arquitectos más importantes de la cantera gallega, y , como demuestra el premio recién recibido, de la nacional. Sólo tuve ocasión de comer con él una vez en Galicia, donde nos habían llevado, por un acto relacionado con Arquia Próxima (los premios a jóvenes arquitectos), que se desarrolló en su magnífico Museo de Belas Artes en A Coruña, y le pregunté precisamente, si no era un derroche que impartiera urbanismo (sin desmerecer la disciplina), cuando, creo yo, destaca principalmente con sus proyectos. El decía que estaba a gusto así. Una persona afable, llana, como pasa siempre con los más grandes, como Andrés Albalat otro gallego enorme que es un pozo sin fondo con el mantel delante. Si a mí me encanta Gallego, los compañeros que estudiaron en la ETSAC directamente lo veneran. Quitándose importancia dice que la arquitectura debe alejarse de lo artístico (cuando el arte, en sus obras aflora sólo). Veo en esta actitud, y en su obra también, en detalles y acabados , debajo otro sustrato, otro gallego enorme, Alejandro de la Sota.

Ahora, con cierta distancia de sus primeras obras, debemos incluirlo sin dudar en lo que Kenneth Frampton llamó Regionalismo Crítico, como una manera de anclar en la cultura de la tierra la arquitectura universal. Un poco, lo que nuestro querido Juan Cueto llamaba lo "glocal". Muchas de sus obras fueron devoradas por todos nosotros, voy en estas líneas a recordar algunas de ellas, como agradecimiento a él y apoyo sin fisuras a la decisión que le ha premiado.

Dos obras muy importantes en A Coruña, una el pequeño museo en el casco antiguo, Museo Sacro de la Colegiata de Santa María donde se va disponiendo por medio una escalera cuyos descansillos se conforman en pisos. Diseñada con precisión, va generando pequeños espacios que recogen elementos sacros de la vecina iglesia. La fachada a la calle, maciza, se articula por bandas geométricas de granito que aminoran la escala y se integran a la perfección en el núcleo histórico.

Después vino, el citado antes y en la misma ciudad, Museo de Belas Artes, que recoge una cristalera superior, como formando una calle interna que separa lo nuevo del antiguo convento de las Capuchinas (1715) una construcción tradicional que contrastas con la limpieza y geometría de su edificio. Vuelve aquí, a articular la fachada con elementos que construyen y diseñan el frente, con un resabio clásico, hipóstilo, pero sin citas anacrónicas, pilares de piedra, dinteles de hormigón. Resulta muy bonito ver cómo las gradas del pequeño auditorio se escarban en el suelo, me recuerda a algún proyecto de Jacobsen. Mucho más reciente, y merecido por los ejemplos ya citados, fue el encargo del museo de las peregrinaciones en Santiago premio de la XII Bienal de Arquitectura Española, donde la luz que todo lo llena, en una tierra que no anda sobrada, vuelve a ser una baza importante, y una vez más el edificio contrasta la contemporaneidad del nuevo con la parte tradicional del edificio antiguo, tan próximo a la Catedral.

También son exquisitas algunas de sus casas unifamiliares. Destacaré aquí tres. Una para un pintor en la isla de Arosa, una casa sin electricidad, sin luz, de bloque de hormigón, de techo de uralita (cuando "no era cancerígena" en el 77), retiro apartado del artista, sencilla, elevada del suelo, porque el agua está cerca, escapada del mundo. Muy publicada fue otra obra, la Casa en el Pinar, en O Carballo, también rotunda en su volumetría exterior, demostrando, ya hace mucho, que se puede ser moderno con tejado a dos aguas, y juntando piedra en mampuestos y hormigón, ventanas horizontales y luego vidrios más grandes para salir al jardín que es toda Galicia, contrastando su disposición lineal en el terreno con los troncos de los pinos que la rebasan verticalmente.

Y última, y además es posible que la mejor, la casa para el presidente de Galicia, que hizo como residencia oficial en tiempos de Manuel Fraga, con vistas desde un cerro a la ciudad de Santiago, pero adaptándose al terreno, quebrándose. Y, lejos de otras viviendas de este tipo imponentes, farrucas, ésta se aferra al suelo, con una altura muy pequeña, cristalizándose, una vez más, en granito gallego, con aquellas ventanas, únicas todas, de madera, que van rompiendo las esquinas, separando luz de aire, transparencia de cristal y puerta abatible de madera ciega. Cuando deja entrar la luz, entra también el Obradoiro, y la ciudad de Europa, donde acaban todos los caminos, de fe y pensamiento, de lluvia y de misterio.

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