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Letras mestizas y líquidas

La nueva literatura latina estadounidense

Letras mestizas y líquidas

Impulsados por las conquistas de la comunidad afro-americana a lo largo de los años sesenta del siglo XX, surgieron en los EEUU otros movimientos que lucharon por el reconocimiento de su diferencia y la igualdad de derechos. Entre estos, destacó el Movimiento Chicano, liderado por César Chávez y Dolores Huerta. Desde el primer momento, el Chicanismo vio la necesidad de sumar la literatura a la lucha sindical, el boicot y la huelga. Algo más de tiempo le llevó escuchar las voces de las mujeres que denunciaban el machismo de sus estructuras. Escritoras como Gloria Anzaldúa y Cherrie Moraga acabaron por poner de manifiesto el modo en que los conceptos de raza, clase, género y orientación sexual, entre otros, se estaban entrelazando para someter a la población mexicano-estadounidense y, en mayor medida, a las mujeres de sexualidad no normativa. La obra de ambas teóricas del llamado "Feminismo del Tercer Mundo", que siempre abogó por construir puentes entre las distintas comunidades hispanas, terminaría por transformar radicalmente el discurso del feminismo blanco.

El libro de García-Avello, profesora de la Universidad de Cantabria, realiza un análisis en profundidad de la obra reciente de Sonia Rivera-Valdés, Achy Obejas, Maya Chinchilla, Daisy Hernández, Gabby Rivera y Felicia Luna Lemus, escritoras hispano-estadounidenses. Herederas de las luchas del Movimiento Chicano y su evolución hacia una concepción menos restrictiva tanto del sexo como de la identidad nacional, suponen una transformación significativa frente a las escritoras hispanas de finales del siglo XX.

García-Avello explora tres aspectos concretos en los que se sustancia esa transformación. En primer lugar, enfatiza el peso de lo transnacional en las identidades del siglo XXI, frente a lo que ocurría en el siglo XX, donde el estado-nación tenía una mayor trascendencia. Ahora, tampoco la raza es un criterio válido para la comunidad latina, esencialmente mestiza, como ni siquiera lo es ya el uso del español, lengua desconocida para algunas personas de ascendencia hispana. En segundo lugar, García-Avello reconoce en estas escritoras del siglo XXI una mayor fluidez en la construcción del género y un esfuerzo consciente por trascender el binarismo femenino-masculino. En tercer y último lugar, llama la atención sobre el influjo de internet y las redes sociales sobre las identidades del siglo XXI y su producción literaria. Las nuevas tecnologías contribuyen a amplificar las conexiones transnacionales, refuerzan una visión fluida del género y se constituyen en eficaces espacios de resistencia frente al racismo, al neocolonialismo o al machismo, y en lugares de encuentro con un público lector con el que las autoras pueden compartir experiencias e inquietudes literarias o forjar alianzas políticas.

El estudio no evita los aspectos más controvertidos de las nuevas tecnologías de la comunicación, y se atreve a valorar la capacidad de la literatura como forma de activismo sin esconder sus limitaciones, pero dando justo reconocimiento a sus muchas posibilidades. García-Avello explora también la conexión de la literatura del siglo XXI con la ciudad cosmopolita que alienta a las nuevas subjetividades; estudia la forma en que dicha literatura inscribe una sexualidad queer que se está convirtiendo en la "nueva frontera" de la cultura estadounidense, y valora el modo en que esa literatura recurre a la categoría "mujer" con fines estratégicos y políticos, nunca esencialistas, y cómo se decanta por subjetividades tácticas que permiten coaliciones entre grupos diferentes, lazos correderos que se desplazan por el continuo de la latinidad de manera contingente.

La transformación cultural reseñada por García-Avello es de tal magnitud que se ha visto reflejada en un cambio léxico. Si en los años sesenta se hablaba de escritura chicana o cubana-estadounidense y ya en el siglo XXI se había optado por categorías más amplias como literatura hispana o latina, la autora constata ahora la preferencia por el término "latinx", no exento de controversia, pero especialmente apto para reflejar la naturaleza líquida de una literatura que conscientemente escoge el espacio de los intersticios, rechaza los esencialismos e irrumpe como agente desestabilizador de las categorías tradicionales de identidad nacional y de género, y hasta del mismo hecho literario, hibridado ahora en las redes sociales con contenidos audio-visuales y asentado indistintamente en el papel y en los bits de la Web 2.0.

El libro retrata esa nueva literatura latinx en toda su riqueza y complejidad y nos ofrece un recorrido apasionante por la literatura estadounidense de hoy, siendo lectura obligada para quienes quieran entenderla. Nos muestra, en definitiva, que las letras de nuestro tiempo, al hacerse mestizas y líquidas, fluyen por los espacios digitales.

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