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Una reclusa con un lápiz

Celda común, la escritura solidaria y consecuente de Dolores Medio

Una reclusa con un lápiz

Lo escribo al principio y así lo que sigue no hace falta que se vea como la argumentación de algo que para mí está claro: Celda común (1963) es una de las mejores novelas sobre la cárcel escritas en España. Que esté entre las menos conocidas sólo se debe a la poca fortuna que tuvo su publicación.

Una novela que pasa treinta y tres años en un cajón y, cuando sale, parece escrita ayer mismo sólo puede ser una novela excepcional. Y su autora, Dolores Medio, una escritora de igual categoría, que además la concibió en circunstancias también de excepción: mientras estaba encerrada en la cárcel de mujeres de Las Ventas. Se convirtió en una reclusa nada común en una celda común tras participar en una manifestación en 1962 en la Puerta del Sol en apoyo a las huelgas mineras en Asturias. Ese día habrá otras detenidas de renombre: las actrices Nuria Espert y Aurora Bautista, y las escritoras Carmen Martín Gaite, Concha Lagos, Eva Forest y Concha Fernández Luna.

Dolores Medio no era ninguna desconocida. Diez años antes había ganado el premio Nadal con Nosotros los Rivero y había publicado cinco novelas más. Pero Celda común no pasará la censura y no será publicada hasta 1996, por la editorial ovetense Ediciones Nobel. La escritora morirá la víspera de la presentación en Oviedo, prevista para el 16 de diciembre, el mismo día en que hubiera cumplido ochenta y cinco años. Hasta eso llega la mala suerte de Celda común.

En la novela, su álter ego es Teresa Vega, una escritora que está en prisión por la misma razón que Dolores Medio. La autora convierte su experiencia carcelaria en esta obra llena de humor y amasa juntas la crudeza y la ternura. No es raro que la censura la silenciara con su bolígrafo rojo porque algunos de los temas son el sexo y el deseo, el sometimiento de las mujeres, el aborto.

La autenticidad de los personajes de Celda común llega a través de sus propias voces. Son sobre todo mujeres que ejercen la prostitución, como las que conoció en Las Ventas. "Nos llamaban las politiconas, pero nos querían mucho, porque todo lo que nos mandaban a la cárcel se lo regalábamos a ellas", recordará años después. La autora demuestra tener un oído privilegiado y buena mano para los diálogos. Sus mujeres hablan por sí mismas.

Las historias se anudan en una red de marginalidad tejida en toda su dureza con una escritura muy limpia. Sólo las palabras precisas para mostrar unas vidas desgraciadas, consecuencia última de una sociedad en la que siempre pierde el pobre y el débil. Si además esa persona es mujer, su cuerpo se convierte en el objeto usado por los que tienen el poder. Hay historias terribles, como la de la Corales, enviada a los nueve años a servir a un cortijo. El dueño de la casa la fuerza y después la usa en las juergas con sus amigos.

-Al principio, no me gustaba, ¿sabes? Cuando me cosían.

-¡Que te cosían! ¿Y por qué te cosían?

-Anda, ésta? Porque a ellos les gustaba romperme eso?Cuando venía algún amigo nuevo a comer con el amo, pues el amo me compraba un pañuelo o unas medias y me decía: "Tú, Rocío, como si nada, como si es la primera vez, ¿comprendes? Chilla lo que quieras". Pero yo gritaba porque me dolía? Me dolía mucho? Me cosía una vieja que había en el cortijo, una tía bruja, chismosa? Cada vez era más difícil y cada vez me hacía sufrir más. Pero ellos se divertían?

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