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Dios, entre bromas y veras

Un coloquio con Dawkins, Hitchens, Dennett y Harris

Dios, entre bromas y veras

En septiembre de 2007, con motivo del congreso anual de la Alianza Atea Internacional que se celebraba en Washington, tuvo lugar una reunión informal de cuatro distinguidos polemistas para hablar de las cuestiones eternas de Dios, el mundo, la vida, la religión y la ciencia, y un largo etcétera. Eran los autores de libros recién publicados y de gran éxito, que llevaban títulos tan provocadores como El espejismo de Dios, Dios no es bueno, Romper el hechizo, El fin de la fe. Convertidos en profetas de un ateísmo nuevo, pronto serían conocidos por el sobrenombre "los cuatro jinetes". El encuentro se desarrolló en el salón de la casa de Christopher Hitchens, fallecido en 2011, entre libros, copas y risas, y fue grabado y posteriormente editado y difundido en video y en papel impreso.

En las dos horas que dura la conversación, los interlocutores no abandonan el tono desenfadado, la ironía y la actitud irreverente. Tratan de someter el credo religioso a la prueba de la ciencia, lanzan embestidas contra el sinsentido de la fe, admiten la existencia de problemas aún insondables para el conocimiento humano, como el origen de las leyes físicas, pero no reconocen el misterio; denuncian la hipocresía de los líderes eclesiales, que son acusados incluso de no creer y, en fin, claman para que la humanidad no se distraiga más con el juego de trileros que han practicado siempre las religiones, y que está resultando especialmente depravado en el islam totalitario. Los contertulios actúan en todo momento a la ofensiva, practicando un ateísmo militante.

El ínclito Tierno Galván, en un librito escrito sobre el tema, definió al agnóstico, por contraposición al ateo, como aquel que está perfectamente instalado en la finitud, para quien Dios es solo una hipótesis que no se puede verificar. Otro genio, paradójico y contradictorio, Luis Buñuel, hizo frente a la cuestión en sus memorias, optando finalmente por el recíproco desentendimiento: "Dios no se ocupa de nosotros. Si existe, es como si no existiera". Más adelante, tras mostrar su desprecio por la ciencia, afirma que es imposible que pueda ser atrapado por la absurda creencia en Dios y que, definitivamente, su lugar está en el misterio que constituye el universo y en aceptar lo inexplicable. Ambos tienen en común que no echan de menos a Dios. Su filosofía consiste en disfrutar de todo lo que este mundo ofrece, sin angustiarse con la trascendencia o el sentido de la vida ni erigir a Dios en el enemigo a batir.

Los publicistas que participan en la famosa conversación coinciden con Tierno y Buñuel en la firmeza moral que demuestran los que viven la vida plenamente pensando que es la única que tenemos disponible, pero al contrario que ellos no se resignan a que la ciencia claudique, por compasión o indiferencia, ante la fe. Agradecen el coraje intelectual de quienes no se conforman con un "porque sí" y siguen investigando confiados en poder explicar un día el mundo. La beligerancia que exhiben contra la fe recibe su principal impulso de cierta idea imperialista de la ciencia, es furibunda y solo cuando cesa el ataque, haciendo una pirueta verdaderamente cómica, se preguntan por la nostalgia de Dios que podrían sentir, manifestando inclinaciones poco definidas y diferentes.

Los tertulianos no aportan nuevos argumentos al ateísmo, excepto una actitud extremadamente inflexible en nombre de la ciencia que aplican por igual a la astrología, la acupuntura, la poesía o el arte. Proponen leer la Biblia como una obra de ficción y admirar con ojos profanos todas las creaciones de inspiración religiosa. Al final, alguno de ellos se da por derrotado ante el empuje de las fuerzas teocráticas. Sin embargo, la conversación termina sin que ninguno de los cuatro hubiera hecho el mínimo esfuerzo por explicar y comprender el fenómeno religioso. Este sí pertenece al reino de la ciencia.

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