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La espía que amó a Philby

Barbara Honigmann desentraña en Un capítulo de mi vida la relación que mantuvo su madre con el tercer hombre

La espía que amó a Philby

No hay mejor material para contar que la vida, si es que se deja. Basándose en su madre, Barbara Honigmann, sobria, poética y conmovedora, ha escrito la increíble historia de una mujer extraordinaria en la Europa de las guerras y las dictaduras. Un capítulo en mi vida fue precisamente cómo la madre, Litzy, con una subestimación algo enfática, llamó el capítulo más sensible de su existencia, el matrimonio con el famoso tercer hombre Kim Philby, quien trabajó como agente soviético en Inglaterra y más tarde huyó a Moscú entre muestras de perplejidad y de excitación: nada menos que un agente doble, un caballero inglés hijo de la upperclass trabajando para el KGB.

De Alice Kohlmann, más conocida como Litzy Friedmann, se dice que tuvo más personalidades que maridos. Prosoviética y a la vez admiradora de Inglaterra, traicionó al país que la acogió y que amaba, pero cuando pudo hacerlo jamás entregó al superespía británico que cruzó el telón de acero. Era una vienesa bonita de pelo oscuro, originaria de Hungría y ferviente procomunista. Él, Philby, un joven graduado de Cambridge, recién llegado a Viena y ansioso por hacer la revolución. En 1933, Litzy y Kim, que se harían famosos como la espía glamurosa de la era de la Guerra Fría y el notorio tercer hombre en el caso de Burgess y Maclean, se enamoraron.

La hija de Kohlmann revela en el libro sobre su madre detalles de la extraordinaria carrera de Philby en la década de 1930 mientras trabajaba de manera encubierta para el KGB. Pero cuando el tercer hombre llegó a Viena en el otoño de 1933, era ya un marxista convencido. Había viajado a Austria para ayudar a la causa roja en un momento en que los enfrentamientos entre sindicalistas y el Gobierno estaban a punto de provocar una guerra civil. En una reunión secreta de los comunistas, conoció a Litzy Kohlmann, judía y austriaca, divorciada de 23 años. Philby le pareció un hombre muy atractivo que se comportaba como un caballero. "Una combinación de gentleman y marxista, una rareza", contó a su hija. 'Tartamudeaba, a veces más a veces menos, y como muchas personas con un hándicap, era muy agradable. Nos enamoramos enseguida" (pag. 69). En los caóticos meses que siguieron, la pareja ayudó a ocultar a comunistas húngaros y austriacos. Finalmente, cuando el levantamiento cejó, huyeron a Inglaterra. Se casaron en febrero de 1934. No está claro si la orden de matrimonio vino de Moscú, pero hay pocas dudas de que Kohlmann se hallaba ya en esta etapa trabajando también como espía rusa, y que su matrimonio con Philby quedó incorporado a su expediente X. Vivieron en Hampstead y Maida Vale mientras Philby intentaba infiltrarse sin éxito en el Ministerio de Asuntos Exteriores.

La elección poco ortodoxa de la novia había consternado a la familia del agente doble que no podía soportar a Kohlmann: su hijo único se había casado con una judía comunista de Viena. Tras divorciarse de ella contrajo matrimonio unas cuantas veces más. Barbara Honigmann cuenta cómo su madre vivió muy pronto en París con un amante, se casó luego con su padre y más tarde mantruvo una relación con el tío Wito, tras la guerra, en una casa habitada por mujeres. Los amores y las separaciones, como cuenta su hija, jamás le sentaron bien a Litzy con la excepción de la de su padre que siguió siendo amigo quizás porque nunca estuvo condicionada por la pasión. La prueba es Kim Philby. Perdió el contacto con ella y cuando se largó a Rusia no hizo ningún esfuerzo por comunicarse. Eso, al parecer, le dolió mucho. En 1984, con motivo de una visita a Berlín Este, estuvo a punto de llamarla según contó más tarde, pero no se atrevió; tampoco imaginó que estaría divorciada. Como escribió Honigmann, desconocía también que justo entonces acababa de regresar a Viena, donde había comenzado la historia entre ellos. "Philby llevaba ya dos décadas viviendo en Moscú cuando Litzy se marchó al Oeste; él lo habría visto como una especie de deserción" (pags.75 y 76)

Un capítulo de mi vida cuenta muchas cosas en pocas páginas, pero hay una que la autora destila con gran solvencia: la difícil relación entre lo público y lo íntimo, la ideología y el amor. Quince años después del libro sobre su madre, Barbara Honigmann publicó otro sobre su padre, Georg, un periodista alemán judío, luego ciudadano de la RDA. Georg Honigmann había emigrado a Londres en 1933, tras la ascensión nacionalsocialista y vivió allí hasta el final de la guerra. Regresó a Berlín y se instaló en el sector soviético donde nació su hija en 1949. "Mi padre siempre se casó con mujeres de treinta años. Sólo él se hizo mayor", contó acostumbrada a ver desfilar por delante de sus narices a las parejas de sus progenitores. Un buen libro de memorias.

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