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Bloc de notas

Historias en el vientre de la bábushka

Carolina Schutti cuenta en Una vez caminé sobre la suave hierba las pérdidas de una mujer despojada de sus raíces

Carolina Schutti.

La historia excava la roca. El Tirol es cierre y mezcla germánica y latina. Se ufana, como escribió Claudio Magris, de una virginidad étnica custodiada por los montes. Fue puente entre el mundo alemán y los pueblos del sur. Por allí transcurría la gran calzada romana que llevaba a Aquileia por el Brennero y que recorrían los mercaderes medievales. Por sus majadas discurre también un silencio que permite prestarle atención al viento. Carolina Schutti (Innsbruck, 1979) es tirolesa; su prosa recortada tiene mucho que ver con ese silencio que la tierra transmite a través del eco apagado de los recuerdos.

Las palabras resuenan en las páginas de Una vez caminé sobre la suave hierba -la novela corta con la que Schutti ganó en 2015 el European Union Prize for Literature- de manera muy efectiva. Aunque sobrias, se escuchan nítidamente. No se repiten, tampoco hay digresiones en el texto, que es magro y hermoso: la historia que cuenta la autora alcanza la densidad atmosférica renunciado precisamente al artificio y al virtuosismo superficial.

Una vez caminé sobre la suave hierba, que acaba de ver la luz en Errata Naturae, es la historia de Maja, cuya madre muere cuando aún es una niña y es enviada a un país extranjero para vivir con su padre. Maja se siente doblemente despojada después de mudarse de casa: llora por su madre y la lengua materna que ha perdido. El padre de Maja se muestra reacio a cuidarla. Se aleja de su hija dejándola junto a una tía abuela, demasiado dura y cruel. Conoce al anciano Marek, que también sufre desarraigo cultural y este se convierte en figura paterna. En el amigo que le enseña a disfrutar de la belleza del campo, de la compañía de los animales. Con un estilo sobrio, nada adornado pero muy elocuente, Schutti condensa con elegancia y concisión la compleja historia de Marek, la guerra, el amor y la pérdida. En los últimos capítulos, Maja, ya adulta, reflexiona sobre su vida y sus relaciones.

La novela está narrada de una forma cronológica por medio de capítulos que se superponen en los que la protagonista cuenta su vida pasada. Son historias que encierran otras historias, y por ahí se mueve el diseño narrativo de la novela de Schutti. De hecho en el inicio, la pequeña protagonista menciona la bábushka, que en realidad es la matrioshka. "Hay diferentes tipos de bábushkas. Algunas se parecen hasta en el más mínimo detalle y otras tantas tienen motivos diferentes en el vientre. En cada vientre, una imagen, y se sabe enseguida a qué historia corresponde. La bábushka grande contiene todas las historias, como si fuera la cubierta de un libro de cuentos. La imagen más pequeña hay que escudriñarla con calma, ya que, cuando hay suerte, incluso en esa superficie tan diminuta hay un fondo que muestra un bosque o un arroyo o flores".

El anhelo por la pérdida de su identidad lleva a Maja a la conclusión de que en algún momento siendo una niña pequeña tuvo que caminar, al menos una vez, sobre la suave hierba porque, después de años, la tía le dio una foto en la que estaba junto a su madre en un parque. Las evidencias existían pero no las acompañaban los recuerdos. Al final, la protagonista llega a la conclusión de que es el sentimiento por la lengua su única raíz. Y decide seguir ese rastro.

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