La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Las ironías de la vida

Mary Cholmondeley, una guía para conocer los peligros de los mundos cerrados sobre sí mismos

Las ironías de la vida

Esta es una de las muchas novelas que las autoras inglesas escribieron en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX. En ese momento histórico las sufragistas dejaban bien claro que no cejarían en su lucha por conseguir el voto, las "bluestockings" buscaban todos los entresijos posibles para acceder a la educación universitaria y la "Nueva Mujer" escandalizaba a la sociedad biempensante enseñando el tobillo, andando en bicicleta, deambulando por la calle y, sobre todo, negando el matrimonio como única salida vital para las mujeres.

Los popes del pensamiento dominante, ocupados como estaban con la incipiente economía del dinero por el dinero, con las guerras imperiales y el reparto de poder en Europa y en las colonias, descuidaron su función de vigías de las mujeres y, cuando se dieron cuenta, estas estaban escribiendo sobre temas tremendamente inapropiados para su débil constitución psicológica, tales como la sexualidad, el deseo femenino o, el colmo del atrevimiento, las relaciones lésbicas.

Mary Cholmondeley, hija de un vicario anglicano, que se dedicó a escribir porque "no tenía ni belleza ni dinero" para atraer a un marido, vio como su sexta novela Un guiso de lentejas, publicada en 1899, se convertía en un éxito de ventas tanto en el Reino Unido como en los Estados Unidos, a la par que era denunciada como inmoral desde los púlpitos londinenses, por las razones expuestas anteriormente. Aunque la novela fue reeditada varias veces, Cholmondeley, que había vendido los derechos ante las discretas ventas de sus obras previas, no se benefició de la buena acogida de Un guiso de lentejas y siguió escribiendo novelas, narraciones breves y ensayos críticos. En 1918, aún en vida de la autora, la novela fue llevada al cine mudo por Meyrick Milton, con el título en inglés, Red Pottage.

Un guiso de lentejas hace referencia al pasaje bíblico en que Esaú vende su primogenitura a su hermano Jacob por un plato de lentejas; así, Hugh Scarlett, el personaje central masculino malgasta su juventud en amoríos improcedentes, y cuando se cruza con la mujer con quien querría pasar su vida piensa que, al creer que el amor era un afecto inservible, entregó el suyo "a la primera persona que le ofreció algo a cambio".

Hay otro efecto muy literario, también derivado de la vida descuidada de Hugh: al principio de la novela, un marido burlado le reta a elegir entre dos cerillas, quien coja la más corta se compromete a suicidarse al cabo de cinco meses; así esquivarán un duelo a pistola que haría público el adulterio. A pesar de que la esposa escucha agazapada detrás de la puerta, no consigue saber quién se queda con la cerilla cargada, y quienes leemos tardamos en saberlo también. Por tanto, seguimos la historia por mor de la curiosidad y asistimos a las elucubraciones de la esposa y de la posible novia de Hugh, intentando leer las decisiones y las reacciones tanto de este último como del marido en cuestión.

Cholmondeley se revela como una escritora consumada; cuando ya creemos que nos acerca al desenlace, optando por una de las posibilidades de la novela, da un giro a la trama sin apartarse del tema narrativo planteado desde el principio, y nos invita a reflexionar sobre las vueltas y revueltas de la vida, aún en un entorno reducido y relativamente simple.

La disparidad entre la realidad aparente y lo que nos permitimos ver a título personal también está presente en toda la obra. Cuando el obtuso y obcecado vicario reacciona violentamente ante las críticas que su hermana hace al clero en su novela, no puede dar crédito al hecho de que sudest obispo las de por buenas: "precisamente así es como les parecemos a tres cuartas partes de la gente corriente. No nos hará ningún daño vernos por una vez como nos ven los demás". Pero, en vez de sopesar su propio criterio, el vicario cambia su opinión del obispo, lo condena como errático, se despide de él con una sonrisa servil y descarga su frustración sobre la sirvienta.

La novela está escrita con mucho humor y satiriza de continuo la hipocresía de la nueva burguesía y de los eclesiásticos bien situados, así como el cotilleo y las habladurías de los pueblos y de los círculos de la "alta" sociedad londinense. Es una guía irónica y entretenida de las flaquezas y miserias de la humanidad, y, lo que es peor, es una guía aún vigente más de un siglo después.

Compartir el artículo

stats