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Niñatos y tiroteos

Quicksand, una intriga sangrienta sobre lo que esconde la opulencia

Niñatos y tiroteos

Mucha sangre, ya en la primera escena. Y tiros. Pero todo en flases (o flashes, que ya no sabe uno cómo pide la RAE que se escriba) brevísimos. Y una dieciochoañera que ingresa en prisión preventiva como presunta culpable de incitación al asesinato, asesinato u homicidio y demás delitos sangrantes que tuvieron lugar en un aula de un colegio pijo sueco. Lo califico así a juzgar por la gama del parque móvil que se ve a la entrada y a juzgar por la pasta y los casoplones que poseen los papás del alumnado. Ya se ha planteado la trama: ¿Qué pasó en aquella clase? ¿Cuántos muertos hubo? ¿Quiénes dispararon y a quién? ¿Es la joven Maja culpable o víctima? ¿La declarará guilty o inocente el tribunal que la juzga? Al cabo de cuatro horas y media, lo sabrán ustedes... pero si andan muy apurados de tiempo, vayan a los tres últimos minutos del episodio final y así liquidan la intriga.

La serie se basa en una novela titulada Störst av allt y que los traductores de internet no me ayudan a castellanizar, pues me ofrecen desde "El más grande de todos" (que podría valer) o un sorprendente "Sobre todo". Para el mundo anglosajón se optó por un Quicksand que es el Arenas movedizas español y que no me vale en absoluto, pues ni hay arenas ni movedizas ni siquiera como metáfora. La autora del libro es la abogada Malin Persson Giolito (Estocolmo, 1969), que participa en alguno de los guiones. Claro está, cuenta con todos los ingredientes que dan morbazo: niñatos (o sea, personas jóvenes presuntuosas e inmaduras) ?ricos hijos de papá en paso de la adolescencia a la juventud?; sexo, droga a manos llenas (con un camello alelado que, por cierto, vende porquería pura, a lo que se ve) y música techno en piscinorras y mansiones, donde ?como dice Sebastian, el niñato que desencadena la tragedia, "el más grande de todos" en insensatez y egoísmo? siempre hay alguien encargado de limpiar y sacar la basura. Porque los chavales van a lo suyo, a su Costa Azul con los papis, a sus cochazos deportivos, a no dar ni golpe (salvo Maja, que es buena estudiante, y Samir, el bondadoso que quiere medrar en sociedad), tutelados ?es un decir? por padres permisivos y dialogantes incluso ante el desplante juvenil, muy al modo de la vendible felicidad sueca. O bien, con un animal de padre, tal que el de Sebastian: chulo, psicópata y lamentable, también con ese modelo criminal que los novelistas gore nórdicos nos han vendido. Luego, la vida real irrumpe y las cosas acaban a tiro limpio y a siembra de cadáveres. A Maja la encarna una actriz que nos creemos bastante, en su paso de claramente culpable a tal vez culpable y a acaso inocente. A Sebastian un actor que cumple perfectamente su papel de descerebrado nato con profundos abismos que malamente solucionaría el mejor cognitivista o el más paciente psicoanalista. Por qué se enamora de él hasta las trancas Maja es un asunto para "Cuarto Milenio". No falta la parejita de amigos del alma, que cumplen con su papel estándar de las pelis USA. Y lo hace muy bien el papá malo, a quien dan ganas de abofetear en su frialdad sádica de triunfador, cazador de venados y ricachón. Pero, como siempre me pasa, me he enamorado de dos secundarios: la fiscal Maria Sunbom, a quien ya conocíamos de la serie Bron: una heladora mirada azul que pone las escarpias como pelos (como decía el otro); y el defensor de Maja, David Dencik, que crea el personaje trajeado e impávido en la primera escena en que aparece y no lo abandona un milímetro: eficaz y eficiente.

De modo que si ustedes quieren entretenerse con una intriga y con su final cerrado, aquí la tienen, no defrauda. Pero si les tira más ver cómo debajo de la opulencia las cloacas esconden ratas, también.

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