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La guerra de Clarice

La recopilación de la narrativa breve de Lispector comprime cuatro décadas de escritura

La guerra de Clarice

Durante una de las tres sesiones en que Clarice Lispector posó para De Chirico en su estudio de Roma, se oyó de repente el grito de un voceador de periódicos anunciando en la calle el final de la Segunda Guerra mundial. Clarice también gritó y ambos, modelo y pintor, comentando de pasada el poco alboroto que la noticia causaba en la calle, siguieron a lo suyo, ella sin moverse un milímetro y él sin levantar la vista del lienzo, captando en rápidas ojeadas el rostro que tenía enfrente. La mirada altiva con la que Clarice Lispector observa al espectador en el retrato de Chirico se repite, mediante diferentes poses, en todas las fotografías que circulan de la autora brasileña. Un semblante parecido al que podría tener Gloria Swanson en uno de los descansos del rodaje de El crepúsculo de los dioses. Altivez que esconde más conflicto que sentimiento de superioridad: "Yo escribo y así me libro de mí y puedo entonces descansar".

Clarice Lispector también pintaba para liberar tensiones. Quería pintar la desnudez, una tela en blanco, el número cero. Muestra en su biografía una problemática que percute como un revólver en su literatura, una problemática de identidad, de indagación personal y de extrañamiento que trasciende su narrativa sin encontrar culminación. Nace en Tchetchelnik, Ucrania, en 1920, cuando su familia ya tenía pensado trasladarse a Brasil. Llegan a Recife cuando tiene dos meses de edad y nueve años después, tras la muerte de su madre, se trasladan a Río de Janeiro, donde fallece en 1977. Casada con un diplomático y madre de dos hijos, pasó largas temporadas en Europa. A trazo grueso, este podría ser su perfil sobre un lienzo, pero la mujer que se oculta bajo unas gafas negras bucea en otra dimensión, se expande en el vértigo de su mundo interior con una dramática vocación de integridad.

Apenas tenía 23 años cuando publica Cerca del corazón salvaje, su primera novela, todo un impacto en el panorama cultural brasileño de la época, que empezaba a desviarse de la "novela del sertón" hacia una tendencia más urbana y psicológica. Ese es el clima en el que surgen también los primeros relatos de Clarice, precursores en ese contexto del análisis psicológico e introspectivo y de nuevos horizontes formales con un lenguaje hipnótico, obsesivo, capaz de traducir verbalmente un mundo interior a la deriva. Con el bagaje de sus primeros cuentos publicados y el impacto generado por su primera novela, la crítica brasileña se apresura a emparentar su escritura con el Ulises de Joyce, libro que ni siquiera había leído. Sí, en cambio, El lobo estepario de Hermann Hesse, una y otra vez.

Esta edición de Siruela utiliza como referente la recopilación de toda la narrativa breve de Clarice Lispector publicada originalmente en Estados Unidos y Reino Unido en 2015. El volumen abre con la sección "Primeros cuentos", publicados en diversas revistas cuando estudiaba Derecho en Río de Janeiro, textos anteriores a Cerca del corazón salvaje, y reúne a continuación los libros Lazos de familia (1962), La legión extranjera (1964), Felicidad clandestina (1971), ¿ Dónde estuviste de noche? (1974), El viacrucis del cuerpo, escrito durante un solo fin de semana en mayo de 1974, Visión del esplendor (1975) y dos narraciones agrupadas en la sección "Últimos cuentos" que se quedaron incompletas en el momento de su muerte, el 9 de diciembre de 1977.

Cuatro décadas de escritura se comprimen en este volumen y lo más llamativo es la intensidad de un proceso de extrañamiento que mantiene íntegro su poderío ya desde los primeros relatos, ensanchando sus posibilidades a lo largo del tiempo sin que en esencia se manifieste evolución alguna. En casi todos los cuentos el personaje protagonista es una mujer que se instala mentalmente fuera de norma. Bajo débiles trazos argumentales, inicia una deriva mental provocada por un íntimo desasosiego de carácter cotidiano. Un ejercicio de desvelamiento que se desliza por un terreno fronterizo entre la imposibilidad de comunicación con el entorno y la necesidad de expresarse. Mujeres, a su vez, que no dejan de tener problemas prácticos con sus maridos e hijos y que inician una lucha personal contra las concepciones ideológicas que les asignan un lugar domesticado en la sociedad.

Pero quizá el placer que provoca la narrativa de Clarice resida sobre todo en su capacidad para deshacer modelos gramaticales y generar un auténtico deslumbramiento a través de un lenguaje rotundo, de fraseo corto y ritmo obsesivo. Un suceso banal levanta desde la primera frase un torbellino de perplejidades y asociaciones de ideas y sensaciones. El poeta Lêdo Ivo se refirió a "la extranjería de su prosa" como una de las evidencias más contundentes de la lengua portuguesa. En el prólogo a esta edición, Benjamin Moser comenta que la propia autora se vio repetidamente obligada a recordar a sus lectores que su lenguaje "extranjero" no era consecuencia de su nacimiento en Europa ni de un conocimiento deficiente del portugués: "Una de las mujeres más cultas de su generación no ignoraba la lengua normativa de los brasileños, del mismo modo que Schoenberg no desconocía la escala diatónica ni Picasso anatomía". No hay en la narrativa de Clarice Lispector convenciones artificiales, la ruptura de la gramática simboliza perfectamente su propia fractura ante las convenciones de la vida. Para esta mujer alta y rubia, con extravagantes gafas oscuras y bisutería de gran dama carioca de mediados del siglo pasado, lo que llaman abstracto en el arte le parece simplemente lo figurativo de una realidad más delicada y difícil, menos visible a simple vista. Por esos sus cuentos tampoco se leen a simple vista.

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