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Arte

"Persona", el enunciado de una exposición

Una muestra tan heterogénea en su contenido artístico como innecesariamente compleja en la justificación del motivo

"The Listeners 1", obra de la artista alemana Tina Berning.

A veces da la impresión de que las exposiciones en el Estudio Pablo de Lillo tienden a una cierta manera de apartamiento de lo convencional, tanto en su concepción como en la propia instalación de las obras, lo que puede propiciar desajustes o insuficiencias de información o cohesión en la muestra. Y sin embargo, suelen proporcionar, como en este caso, densas y complejas disquisiciones filosófico-plásticas sobre contenidos y expresiones, incluyendo citas a textos griegos clásicos, la escuela aristotélica, Descartes o Le Brun, que luego reproduce la prensa ampliamente, como si fueran hilvanes capaces de sostener las costuras de un conjunto algo descosido.

De la actual exposición, titulada "Persona", se nos informa de que su etimología alude a la máscara en el teatro griego-latino y deriva del verbo "personare", sonar a través de (el orificio de la máscara) y todo esto se relaciona con el rostro humano y su relación con el carácter, y cómo los "metomoskopos" eran adivinos que predecían el carácter y el destino leyéndolo, cosa que el pueblo define con mayor sencillez y eficacia diciendo que la cara es el espejo del alma. Cito esta pequeña parte de la información por si a alguien le pudiera valer, aunque creo que el espectador agradecería más que se instalasen cartelas en las paredes, como normalmente se hace en galerías y museos, para informarse de a quién pertenecen las obras (y fechas o técnicas en su caso) que por otra parte aparecen desperdigadas a lo largo del espacio.

La exposición, en definitiva, es de retratos, de personas claro (y cuanto me gustaría escribir que "como construcción de la identidad y huella de la memoria", ¿o no queda bien?). Incluye dos retratos del siglo XIX, que pertenecen a Carlos María Esquivel, hijo menos dotado que su padre Antonio Esquivel, pintor de historia y figura central del Romanticismo español, que no sé como relacionar con las fotos de Werner Pawlok, los dibujos de Tina Berning, los rostros y figuras de Luis Rodríguez-Vigil y las complejas manufacturas retratísticas abstracto-expresionistas de Edu Carrillo y Manu García, que integran la colectiva.

Especialmente destacable es la aportación de Tina Berning, que ya estuvo representada en la muestra inaugural de la galería, aunque entonces representada por una fotografía. Interesantísima artista alemana, está admirablemente dotada para el dibujo, disciplina artística en la que se expresa con exquisitez en la forma, a la vez que deja huellas de sentido conceptual. De sus obras de ahora merece destacarse una original y misteriosa versión de los retratos de grupo, rostros que se perciben vagamente, velados por una de las hojas de papel de seda que integran la obra y en la que aparece una diminuta numeración en rojo que los identifica. El espectador prueba a levantar esta primera hoja y para verlos bien y lo consigue, pero solo muy parcialmente porque el grapado de las hojas le impide ver más. Un juego de ocultamiento y frustrante desafío.

Sobre las pinturas de Luis Rodríguez-Vigil he de decir que todas sus personas me parecían autorretratos. Me hicieron recordar la teoría de la autoproyección física del artista en la imagen del modelo, que cuenta con muchos ejemplos en la literatura artística. El más famoso, el de Picasso, pintando una y otra vez al anciano posadero de Gósol, Josep Fondevilla, que terminaron por ser auténticos autorretratos, llegando incluso Picasso a rasurarse la cabeza para parecerse más a su modelo, como documenta John Richarson en su biografía. Y también el comentario de Oscar Wilde en El retrato de Dorian Gray: "Todo retrato que ha sido pintado con empatía es un retrato del pintor, no del modelo". Siempre es interesante y sugestivo lo que pinta Luis Rodríguez-Vigil. Completan la muestra las fotografías de Werner Pawlock, entre ellas un de las realizadas al transformista Leig Bowery, famoso en Londres por sus extravagantes digamos actuaciones performativas, según parece en la línea del pedómano parisino al que admiraba Camilo José Cela. Y los plásticamente emparentados Edu Carrillo y Manu García con sus coloristas y expresivas pinturas al retrato.

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