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Música

La Sociedad Filarmónica de Oviedo festeja su concierto número dos mil

Estreno del teatro Filarmónica en 1944.

Casi de hurtadillas, con un despliegue mediático muy justito, la Sociedad Filarmónica de Oviedo celebró su concierto número dos mil. Todo un acontecimiento por lo que significa para la historia cultural de la ciudad, por el peso histórico de la entidad y por la contribución que ha realizado a los ovetenses durante más de un siglo.

La Sociedad Filarmónica de Oviedo es una institución patrimonial con todo lo que ello significa. Quiero con ello decir que ya hace bastante tiempo que sabemos que el patrimonio no lo integran únicamente bienes arquitectónicos, escultóricos o pictóricos, por poner algunos ejemplos. La filarmónica ovetense lleva, desde comienzos del siglo XX, organizando conciertos y formando a diferentes generaciones de ciudadanos en el respeto y el amor por la música clásica. Su trabajo ha sido intenso y conoció épocas de gran esplendor en las que lideraba a las filarmónicas españolas y en las que las visitas a nuestro país de los más importantes músicos del mundo tenían en Oviedo parada fija gracias a la sociedad.

Gracias a su labor -y ahí está su monumental archivo como testigo- Oviedo puede presumir con orgullo de que en la ciudad han estado algunos de los músicos que marcaron el devenir de la historia de la música a lo largo del siglo XX. No hay más de tres o cuatro ciudades en España que puedan decir lo mismo. Y esta gloria se debe íntegramente a la Filarmónica. El trabajo de las sucesivas directivas -la actual presidida por Jaime Álvarez-Buylla, quien ha sido y es ejemplar en su cometido y en haber logrado, en circunstancias muy difíciles, el mantenimiento de la actividad sin decaimiento temporada tras temporada- ha resultado siempre desinteresado e incluso algún miembro de alguna directiva puso al servicio de la misma bienes propios o apoyos económicos.

Además, con el impulso de la Filarmónica, Oviedo tiene también un magnífico teatro al servicio de todos y asimismo hay que destacar que esta impecable trayectoria se ha sustentado casi en exclusiva en el sustento de los socios, sin subvenciones públicas.

Ahora la sociedad vive un momento difícil, de transición. Su modelo requiere una revisión profunda, pero los ovetenses han de estar a la altura para que la entidad pueda mantener su pulso vital. Es un esfuerzo colectivo que a todos nos debe implicar. También a las instituciones públicas que no pueden ni deben mirar hacia otro lado ni eludir responsabilidades en un ámbito como el que nos ocupa. Y, desde luego, el mecenazgo privado, tan rácano cuando de cultura hablamos y tan generoso cuando es un político el que le pide una aportación para un proyecto.

Los momentos de cambio son complicados, pero hay que lograr un revulsivo. La sociedad hermana de Gijón lo está intentando con nuevas iniciativas y respaldo municipal. Otras más potentes como las de Bilbao, la Sociedad de Conciertos de Alicante o las Filarmónicas de Valencia y Las Palmas de Gran Canaria están, poco a poco, dando un giro de apertura social y también en la búsqueda de un discurso artístico propio que capte la atención del público. Los activos de la Filarmónica son muchos, para mí el principal, su sede, un teatro que es la mejor sala que existe en Asturias para escuchar música de cámara. Es, sin duda, uno de los hilos de los que tirar en el futuro: el Filarmónica es un lujo acústico para los conciertos de pequeño formato porque propicia un acercamiento del espectador a los músicos impecable y, como decía, porque la calidad acústica es altísima. Los próximos años son cruciales para la vida de la entidad. Debe evitar pasos en falso. Tiene también a favor la defensa militante y el compromiso de sus cuatrocientos socios activos. Ahora toca incorporar nuevos efectivos a la causa de la cultura, con dedicación y el aval que supone tener una historia gloriosa que ha de servir para conseguir un futuro a la altura. He echado de menos un acto institucional a la altura de la efeméride. Podría hacerse en otoño con la apertura del nuevo curso. No estamos sobrados de iniciativas de este calado. Su reconocimiento, sin duda nos hace relevantes como sociedad civilizada.

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