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Apropiarse del tiempo: andar y pensar

Pablo Batalla defiende La virtud en la montaña y Ramón del Castillo explora en Filósofos de paseo el vínculo entre deambular y filosofar

Apropiarse del tiempo: andar y pensar

Algo tan primigenio como el caminar, vinculado al momento en que pasamos a ser monos erguidos con manos liberadas, se ha vuelto una actividad extraña en la sociedad contemporánea. Andar se hace tan raro que, para suplir esa necesidad física elemental, incluso hemos inventado el movimiento estático, el ejercicio mecánico sobre una cinta continua sin avance alguno. Caminar es hoy casi en exclusiva hacerlo en la naturaleza, por lo que desplazarse a la manera más ancestral revela muchos aspectos de un mundo en el que cubrir distancias a pie ya sólo está relacionado con la actividad saludable o el deporte, que puede ser muy insano e incluso mata.

De eso va La virtud en la montaña, del periodista Pablo Batalla Cueto (Gijón, 1987), para quien la exigencia al límite que domina en el capitalismo hipertrofiado arruina esa forma clásica de vincular el andar y la naturaleza que es el montañismo. En Filósofos de paseo, Ramón del Castillo, muestra el lugar de esa misma naturaleza en la cosmovisión de algunos de nuestros pensadores mayores a partir de su deambular por ella.

Batalla Cueto defiende una visión clásica del montañismo, de disfrute y conocimiento de un medio cuya belleza se sobrepone a su hostilidad, frente al fatigante estajanovismo de quienes corren monte arriba, que son a su juicio la más clara plasmación de una sociedad enervada por la urgencia, el aprovechamiento extremo y la búsqueda de la máxima rentabilidad. "Vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista", el subtítulo del libro, deja ya bien clara la posición de su autor.

Pablo Batalla salió al monte desde muy pequeño y desarrolló esa afición a la manera más clásica, en la que la exigencia de superación, el esfuerzo de ascender y la inquietud de estar a merced de los elementos se combinan con recompensas que van desde la compañía hasta el descubrimiento de paisajes inaccesibles por otras vías. Batalla lo llama montañismo "ilustrado" en su afán de conectar con quienes, en el origen de esa práctica, encontraban en ella algo más que una actividad deportiva y la ligaban al conocimiento del entorno natural. Es "anticapitalista" por contraposición a la tendencia que, a juicio del autor de La virtud en la montaña, está acabando con el alpinismo en esa versión clásica. Los que denomina "astros del turbomontañismo" arruinan los valores que hacen recomendable la actividad montañera. Al socaire del exhibicionismo al que incitan las redes sociales, esas figuras fomentan los ascensos a la carrera, alcanzar la cima y a la vez un récord, el control fabril del tiempo, la vanagloria de su individualismo y su excepcionalidad, desde la que muchos se permiten dar lecciones de vida, siempre provechosas en un mundo dominado por los coach y otros vendedores de crecepelos modernos. El ejemplo más rotundo de todo ello sería Killian Jornet, quien, a juicio de Pablo Batalla, encarna todos los males de esa cada vez más extendida forma de practicar el montañismo.

La virtud en la montaña es un denuesto contra esa irrupción violenta de los valores del capitalismo en un entorno y una actividad que, entre otras, siempre tuvo la virtud de liberarnos, aunque fuera de manera transitoria, de ciertas servidumbres sistémicas. El libro tiene también mucho de cuaderno de lecturas de su autor, marca su itinerario intelectual, que ahora quiere condensar en este segundo libro, al que precedió una biografía de Jesús Montes Estrada "Churruca". Su lectura sirve también como incitación a apropiarnos de nuestro ritmo vital, una forma de apropiarnos del tiempo, el elemento más volátil para los mortales.

La virtud en la montaña viene a desarrollar la idea de Adorno de que "en cada experiencia de la naturaleza está propiamente la sociedad entera". El pensador de la escuela de Frackfurt es uno de los que Ramón del Castillo, profesor de filosofía contemporánea y estudios culturales en la Uned, incorpora a Filósofos de paseo, libro en el que intenta enlazar las ideas con su inclinación a deambular de sus autores. Precavido ante el riesgo de reducir la filosofía a un precipitado de factores personales, Del Castillo explora la medida en que el andar puede influir en el pensar.

La reflexión sobre la idea de naturaleza ya llevó a Del Castillo a su libro anterior, El jardín de los delirios. Las ilusiones del naturalismo (Turner, 2019). Con someras incursiones, ahora se adentra en las visiones de todo ese entorno que se escapa al ser humano de Kant, Hegel, Nietzche, Heidegger, Adorno y Sartre, a los que incorpora dos escritores, John Fowles y Robert Walser. De entre todos ellos sobresalen como andariegos inequívocos el Nietzche que fatiga su locura y el autor de Ser y tiempo, en quien Del Castillo percibe el contraste entre su vindicación de lo natural y "la incapacidad de salir al mundo".

Filósofos de paseo, en definitiva, explora la relación entre el filosofar y el andar, un vínculo que tiene algo de salto evolutivo desde esos primeros pasos decisivos para levantarnos como especie al summun de lo que hemos alcanzado: el desarrollo del pensamiento abstracto.

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