El argentino Juan Sasturain -novelista, cuentista, ensayista- se adjudicó el año pasado en la Semana Negra de Gijón el premio "Dashiell Hammett" a la mejor novela. Claro que Sasturain jugaba con cierta ventaja, ya que su obra llevaba el profético título de El último Hammett, que la predestinaba al triunfo. Bien es verdad que el truco no le habría valido de nada si bajo la cubierta no se albergasen casi seiscientas páginas de esas que, al pasar la última, siguen pidiendo más. En síntesis, un Hammett en los últimos años de su vida aborda la escritura de una nueva novela y tropieza con su debilidad, con el peso de las expectativas, con la necesidad de no repetirse. Sasturain (1945) somete al escritor a un combate desesperado consigo mismo y con el vértigo de un mundo que se le escapa como luz crepuscular. Y el lector, que necesita volar lejos de la jaula, se fascina al verlo atrapado.
