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Matías Vallés

El Madrid regala la Champions al Barça

De la derrota de los de Ancelotti ante una Juventus que aporta un once discreto

Casillas no mató a Kennedy. Tampoco marca goles. En cambio, todos los que encaja parecen sospechosos. Como el del disparo asimétrico de Morata. Pese al sospechoso desempeño de un guardameta que ha extraviado la magia, una afición que dispone del turista británico Bale como chivo expiatorio no debería distraerse con objetivos secundarios. El galés remató naturalmente fuera en el primer minuto para constatar una asistencia al evento que fue incapaz de acreditar en el partido de ida. También cabeceó con reiteración por encima del marco. Bale es demasiado alto para el tamaño de las porterías. Su despliegue tardío y baldío apunta otro síntoma de la justa eliminación de un Madrid que pretendía alcanzar la final de Champions sin ganar en casa. Ni Bale ni la mayoría de jugadores blancos se han enterado de las exigencias del cargo. Parecen ministros de Rajoy, que interrumpió lógicamente la campaña para sufrir otra derrota en un año aciago. Hay que señalar deprisa que la Juventus aporta un once discreto, por lo que el Madrid ha entregado la Champions al Barça sin combatir por ella. Una cosa es bromear desde una tertulia que no conviene arriesgarse a la humillación de Messi, y muy otra denigrar la tradición del equipo con una rendición paupérrima.

La unanimidad del madridismo contra su guardameta y capitán demuestra que el mayor rival del Madrid a lo largo de la temporada ha sido el Bernabéu. El cisma nunca es un buen síntoma, en especial cuando empiezas el partido eliminado. Por eso Ronaldo pidió seny a los seguidores tras marcar un penalti señalado por el árbitro con la mano fláccida. El colegiado sentía el pudor de decidir una semifinal de la Champions por la vía ejecutiva. Sin embargo, el paso siguiente a la entrada de Chiellini sobre James era un ataque con arma de fuego.

Pueden atribuirlo a la autosugestión, pero el abrazo inicial de Buffon a Casillas se alargó unas décimas por encima de las exigencias protocolarias. Tal vez la aparente solidaridad era conmiseración, un capítulo más en la guerra psicológica aneja a las semifinales de Champions. El portero blanco evitó que el Madrid cayera derrotado en la segunda mitad, pero su cabeza caerá junto a la de Ancelotti y otros figurines de hojalata.

Ronaldo desapareció, como Houdini Bale en el primer partido. El portugués es un excelente goleador de equipos descendidos, pero siempre se puede contar con su inhibición en el instante decisivo. Se ha cumplido la imposibilidad metafísica de caer eliminados ante un equipo con Morata. El Barça no va mucho más allá de Messi, pero ni el doctor Frankenstein obtendría un monstruo así recombinando las anatomías madridistas.

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